diecinueve;

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Con el tiempo, Rocío se curó y los médicos le permitieron volver a casa. Nerea podría haber dicho entonces que su vida había regresado a la normalidad, de no ser porque su normalidad, desde hacía meses, no estaba únicamente en el fondo marino.

Ahora que podía pensar en Aitana, se sentía mal cuando lo hacía, y a la vez no lograba sacársela de la cabeza. Había dejado pasar demasiado tiempo sin siquiera ponerse en su lugar. Era probable que la artista la odiara, no quisiera volver a verla o ambas cosas a la vez.

Y a Nerea le dolía pensar en cómo habían estado los últimos días, antes del incidente. Habían sido más cercanas que nunca. Habían descubierto que sus sentimientos eran correspondidos, se habían besado hasta saberse los labios de la otra de memoria y se habían sincerado. Pero no del todo, como Nerea había sabido desde el principio.

En ese momento estaba más arrepentida de lo que había llegado a pensar que estaría. Y, aunque tal vez Aitana no quisiera saber más de ella, si iban a acabar lo que quiera que tuviesen tenía que ser por medio de una conversación.

A decir verdad, no pasaron tantos días desde que Rocío hubo vuelto a casa hasta que Nerea se decidió a subir de nuevo, pero a la sirena se le hicieron eternos. Para cuando se decidió, había perdido ya la noción del tiempo, pero cogió una piedra para unas tres horas y procuró subir poco antes de la hora a la que Aitana solía salir de trabajar.

Salió del agua con un vestido fino de playa en la mochila que se le quedó pegado al cuerpo en cuanto se lo puso. Por suerte, el sol brillaba y hacía calor, por lo que no tardaría tanto en secarse... aunque poco tenía que disimular, si Aitana ya sabía que era una sirena.

En cualquier caso, no era Aitana la primera persona a la que quería ver. A pesar de que estaba un poco lejos, hizo memoria y se dirigió a la casa de Roi lo más rápido que pudo.

Tocó la puerta y no obtuvo respuesta. La última vez que había estado ahí había sido cuando todo se había torcido. Suspiró, recordando la imagen de su hermana en el suelo y el grito preocupado de Aitana, que en su momento había ignorado. Volvió a tocar a la puerta, pero una voz la sorprendió detrás de ella.

-¿Nerea?

Se giró y el alivio inundó su cuerpo. Roi estaba ahí, a unos pasos de su casa, al parecer llegando a esta.

-Roi.

Corrió hacia él y lo abrazó con todas sus fuerzas. El chico respondió del mismo modo, levantándola unos centímetros del suelo sin apenas esfuerzo. Nerea cerró los ojos.

-Al fin te decides a venir...

-Lo siento, lo siento tanto... -sollozó la rubia con voz pastosa.

-Conmigo no tienes que sentir nada.

-Con ella sí, ¿verdad?

-Pues...

Nerea se separó y lo miró con preocupación.

-Sé que sí, a eso vengo. Pero contigo también. Te hablé fatal la última vez, y... si no fuera por ti y porque me avisaste, mi hermana no seguiría viva.

-¿Está viva? -El chico abrió mucho sus ojos verdes, emocionado, y Nerea asintió sonriendo al ver que se había preocupado por ella.

-Sí, y mucho mejor. Roi... No tengo tanto tiempo, ¿me puedes alcanzar a la academia?

-Claro. -El chico se sacó las llaves de su coche del bolsillo y rodeó los hombros de Nerea con el brazo antes de dar media vuelta para volver al vehículo. La rubia, a su vez, lo abrazó por la cintura-. Te he echado de menos.

Where the ocean meets the sky | iFridgeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora