Página VII: Enebro.

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Karamatsu se miró por treintava vez en el enorme espejo de cuerpo entero que se encontraba en su habitación. Estaba nervioso, y su incesante andar alrededor de su pequeño departamento lo dejaba mas que en evidencia. Anoche Osomatsu se había prácticamente auto invitado a su hogar y aunque jamás despreciaría la visita de un buen amigo, sobre todo si se trataba de Osomatsu, debía admitir que en esos momentos no quería que nadie lo viera en tan deplorable estado, tanto física como mental. Con una pequeña exhalación y obligándose a mejorar su ánimo un poco, salió de su departamento con rumbo hacia el muelle, recordando las palabras de Osomatsu aquella mañana.

"¡Vamos a la feria, Karamatsu! Y no, no es pregunta. ¡Será divertido! nuestra primera salida oficial como amigos"

Amigos...

La sola palabra provocaba que un calorcillo bastante reconfortante le recorriera el cuerpo, haciendo que sus mejillas hormiguearan avergonzadas y una cálida sonrisa surgiera en sus labios, todo gracias a Osomatsu. Desde muy pequeño, y aunque no lo pareciera, Karamatsu había sido un niño muy introvertido, bastante tímido solía decir su madre, por lo que hacer amigos no era algo que se le diera con facilidad. De todas las personas a las que podría considerar sus verdaderos amigos, personas en las cuales sabía que podía confiar, apenas y podría contarlas con los dedos de una mano, y aun así le seguirían sobrando falanges. La mayoría eran amigos de la infancia.

-Muchos de ellos ya han hecho su vida en otra parte. -Recordó con algo de pesadez, pero no podía culparlos, todo lo contrario, estaba inmensamente feliz de saber que a las personas quería y apreciaba mucho les iba bien en la vida, que habían cumplido sus metas y que vivían plenamente satisfechos con lo que habían logrado. -Pero, aún y cuando nos hayamos distanciado yo siempre los tendré en un lugar muy especial en mi corazón.

Era una suerte que las personas del transporte publico estuvieran mas ensimismados en sus teléfonos o en cualquier otra cosa y no le prestaran atención a sus desvaríos depresivos. El de ojos azules decidió que lo mejor seria mirar por la ventana; el cielo se encontraba tintado de tonos rojizos y anaranjados, un paisaje bastante hermoso, más aún si a eso le sumamos el inmenso océano que se dejaba ver a lo lejos y todas las luces de colores provenientes de los juegos mecánicos que se encontraban en el muelle. Karamatsu espabiló rápidamente, parándose de su asiento en cuanto las bocinas del transporte anunciaron que habían llegado a su parada. Al bajar del autobús comenzó a mirar hacia todos los lados, ansioso, tratando de encontrar a Osomatsu, después de todo había sido idea del de rojo quedar en aquel lugar.

-¡Sorpresa! -Karamatsu dio un pequeño brinco al sentir sus ojos ser tapados por un par de manos ya no tan desconocidas. Nunca se percató en que momento Osomatsu se colocó detrás suyo.-Tardaste bastante Karamachu~ por un momento creí que me dejarías plantado.

-Heh, la belleza necesita tiempo, Osomatsu. my perfect face and style no es algo que pueda hacerse en unos cuantos minutos -Sonrió algo narcisista mientras retiraba con cuidado las manos del de rojo de su rostro. Osomatsu simplemente le sonrió, aguantando las ganas de reír abiertamente ante las ocurrencias de su amigo.

-Bueno, bueno, señorita. -Se burló el de rojo mientras empujaba suavemente al menor hacia la entrada de la feria. -¡Es hora de divertirnos!

-E-Espera Osomatsu. -Trató de detenerlo, mirando con preocupación la enorme fila de la taquilla. -Necesitamos comprar los boletos primero.

-¡Tachan! -El mayor sacó de uno de los bolsillos de su pantalón dos tickets dorados, mostrándolos con orgullo frente a los ojos azules de Karamatsu. -Pero ni creas que es gratis, tú pagaras la cena.

Karamatsu asintió, notablemente más animado, y jaló del brazo a Osomatsu hacia la entrada de la feria, adentrándose entre la multitud de personas que pasaban por ahí. Todo era tan bonito, las luces de neón de los juegos mecánicos que iluminaban todo a su alrededor, las risas y los gritos de felicidad de las personas y ese curioso aroma que impregnaba el aire, una extraña mezcla entre lo salado y lo dulce, pero no por ello desagradable. Karamatsu miraba todo sin pestañear, no recordaba la última vez que había ido a una feria... al menos no desde...

Entre pétalos de rosas rojas y hojas con tinta azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora