El Prepotente

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El primer día de universidad le daba pánico. Se despertó dos horas antes de su primera clase para ducharse, maquillarse y repasar mil veces su horario y los libros que necesitaría. Realmente, no tendría por qué cargar con los libros toda la mañana, ya que su residencia estaba literalmente al lado del edificio principal, pero sería unas pérdida de tiempo dar vueltas una y otra vez para ir a coger las cosas.

Su compañera de habitación, en cambio, seguía dormida cuando quedaba tan solo media hora para la primera clase. Aunque claro, ella era dos años mayor que Amaia, por lo que confiaba en que sabía perfectamente que tenía clase, dónde y la hora a la que empezaba. De todas formas, antes de salir la llamó con suavidad y tras un gruñido, comprendió que su compañera no iba a ir a la primera clase. Se encogió de hombros y salió de la habitación cargando con todas sus cosas.

Dio tres vueltas por el pasillo intentando encontrar el aula. Maldita B-22A, ¡debería de estar ahí! Vuelta y vuelta, miró los cartelitos de encima de las puertas viendo como ninguno coincidía con el que buscaba.

Amaia se dio cuenta, en sus infinitas vueltas, de que un chico un poco más alto que ella, apoyado en una pared de al lado del pasillo, la miraba con una sonrisa divertida, como disfrutando del espectáculo.

—Oye, perdona. - Amaia paró frente al chico, y antes de continuar le analizó casi sin darse cuenta. Ojos oscuros, con una especie de brillo en ellos; el pelo corto, pero con unos incipientes rizos que descansaban sobre su frente; una peca en una de sus mejillas, cerca de la nariz.

—¿Aha? - Dijo el chico, levantando una ceja, divertido. Mierda, se ha dado cuenta.

—Eh, estoy buscando Solfeo Avanzado. - Amaia sacude la cabeza, avergonzada, sujetando con fuerza contra su pecho sus libros.

El rizoso la miró sorprendido.

—¿Solfeo Avanzado? - Insistió, cruzándose de brazos. No es que estuviera fuerte, pero se notaba que iba al gimnasio. Por Dios Amaia mírale a los ojos no al cuerpo todo el rato.

—Uhm, sí, en la B-22A. - Amaia revisa la hoja impresa con su horario. El chico, sin previo aviso, se la quita de las manos.

—Bueno, es aquí. - El rizoso señala con la cabeza la puerta delante de ellos. Justo la única que no tenía cartelito indicando qué aula era. - Pero, esta clase no es para alguien de primer año. - Dice con ritintín.

—Vengo con una beca. - Amaia arranca de las manos del chico el horario. - Me dejaron escoger optativas de años superiores. Además, tampoco es que tú seas mucho mayor que yo. Hay que ver... - La chica se gira suspirando, yendo hacia la puerta. Al intentar abrirla, por supuesto, esta ni se movió. Lo intentó otra vez. Estaba cerrada con llave.

—Tranquila, fiera, que la vas a hacer giratoria. - El chico ríe, descruzando los brazos y metiendo las manos en los bolsillos de sus vaqueros. - Puedes seguir intentándolo, si quieres, pero aún no ha llegado el señor Thoms.

Amaia está rojísima, incluso ella lo notaba por el calor que se concentraba en sus mejillas. Se quedó frente a la puerta, de cara al chico, no sabiendo bien qué hacer. ¿La estaba vacilando o algo?

—¿Cómo te llamas?

Se atrevió a levantar la vista de la portada de su libro de solfeo para mirarle a los ojos. Era muy guapo, había que reconocerlo. Resultaba muy atractivo, pero a su manera. No era de esos chicos que parecían modelos, sino que su forma de ser guapo te obligaba a mirarle un poquito más. A fijarte en sus detalles. A analizar sus rasgos.

—¿Osea que eres un maleducado y ahora me preguntas el nombre? - Suelta Amaia, demasiado nerviosa siquiera para pensar en algo más ingenioso.

—¿No te van de ese tipo? Ya sabes, me hago el duro y tú te vuelves loquita por mis huesos. - Se acerca peligrosamente a Amaia, que no se mueve de su sitio, impasible. - A las de primer año os suelen ir esos chavales.

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⏰ Última actualización: Apr 18, 2019 ⏰

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