Dulce secreto

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Thor, aunque pareciera lo contrario, no era muy dado a correr por los pasillos. Su madre se había encargado de inculcarle bien esa norma cuando era pequeño y Frigga era sin duda una madre amorosa, pero maldito el día en que decidías agotarle la paciencia.

No obstante, la carga que llevaba bajo el brazo era demasiado inquietante para permitirse ir a paso lento y tranquilo por el palacio. ¿Qué haría si alguien le preguntaba? ¿Si le pedían que se lo mostrara? ¿Y si era Frigga? O, aún peor, ¿¡y si se lo pedía Odín!?

Obvio las normas y corrió con toda la fuerza que poseían sus piernas, cruzándose con criados y guerreros que lo observaban como si estuviera loco o fuera una hecatombe con patas. Después de todo, iba cargando un objeto que bien podía medir dos metros de ancho y medio de alto, totalmente cubierto. Lo hizo todo con la firme intención de llegar a su objetivo.

Lo reconoció incluso antes de atravesar la puerta. Loki siempre había tenido ese magnífico aroma que lograba emocionar a su corazón. Cuando eran pequeños se pasaba las tardes de sol radiante abrazado a él, oliendo el aroma de su pelo como el mimado bebé alfa que era. Loki le contaba historias con su voz tranquila y dulce. Era increíble pensar que aquel inocente niño se había convertido en el dios de las travesuras.

—¡LOKI! —gritó, entrando en la habitación abruptamente.

—¿No sabes llamar a la puerta? —preguntó Loki sin inmutarse.

Sentado en el diván de la habitación a la luz del sol, vestido con sedosas túnicas azules y con los pies descalzos, Loki era parecía un espejismo solo existente en las brumas fantásticas del arte. Lo que precisamente había llevado a Thor a aquel lugar.

Malhumorado, cerró la puerta a sus espaldas antes de acercarse a él a pasos agigantados. Loki clavó sus brillantes ojos verdes esmeralda en él con desgana, mirándole a través de las pestañas.

—Explícame esto— pidió, agarrando el soporte trasero del bulto que había cargado hasta allí con nerviosismo.

Apartó la tela oscura que lo cubría, mostrándole a Loki el lienzo que había logrado poner de los nervios a Thor.

—Oh —dijo sencillamente Loki, alzando el rostro y prestándole atención.

Era una pintura ricamente elaborada con un único protagonista, el hombre que no había dicho nada más que "Oh" al verse retratado sin más ropa que una fina sábana que era tan fina que apenas podía cargar consigo ese nombre.

Recostado boca abajo sobre el mármol, con los codos apoyados en el suelo para poder alzar el rostro, una traslúcida sábana se enredaba bajo él y daba vueltas en su rodilla flexionada. No llevaba más atuendos que una diadema de oro con cuernos curvos.

Con todo, no era la desnudez lo que frustraba a Thor.

—¿No tienes nada más que decir?

—¿Qué puedo decir? Mi belleza suscita las fantasías de muchos artistas, solo me echan un vistazo y pasan estas cosas.

—Sí, esa podría haber sido una posibilidad —dijo Thor, fulminándole con la mirada.

Después de todo, no era la primera vez que Loki era retratado a través de la pintura, el metal o la piedra. Muchos eran los artistas que competían por ser el responsable oficial del próximo retrato real de Loki y los que quedaban fuera solían elaborar piezas según su imaginación. Pero aquello no había sido así. Loki le mentía descaradamente.

—Cuando lo vi, escondido en el taller del primo de Volstagg... Pensé que se trataba de uno de esos artistas que fantaseaba contigo, que te había tomado como musa. Eres un príncipe de Asgard, así que no podía permitir que cualquiera comprara una pintura tuya luciendo así... Cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que no se trató de ninguna fantasía, sino de un encargo, uno tuyo. ¡Posaste para él así!

Dulce SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora