Treinta y seis: Sentimientos de...

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Sora estaba hablando con sus padres en el jardín, ellos sentados en unas sillas del pequeño (no tan pequeño) espacio que existía ahí para relajarse un rato, mientras que el chico solo estaba en sentado en un pequeño muro que rodeaba ese espacio.

―¿Te sientes bien, cariño? Te ves un poco pálido...― cuestionó un poco preocupada la reina al ver a su hijo más... "apagado".

―Sí mamá... solo siento el cuerpo algo pesado... creo...― alzó los hombros, ni él lo sabía en realidad.

―¿Sucedió algo? ― se levantó de su asiento el rey, acercándose a su hijo.

―No... simplemente desperté así...― confesó.

La reina también se acercó y tocó con suavidad el rostro de su niño, tenía una ligera fiebre.

―Deberías ir a descansar, te hará bien mi amor...― besó su frente.

―No quiero...―

Eso le tomó un poco por sorpresa a ambos adultos, Sora no era de los que contestaban, pero lo que se les hizo raro fue que, aún sintiéndose mal no quiera ir a descansar.

―¿Por qué, Sora? ― cuestionó el rey.

―No quiero estar solo...―

La mujer lo miró detenidamente, luego a su pareja, sonrió y asintió con la cabeza, atrayéndolo a su pecho para abrazarlo.

―Entonces iré contigo, pero necesitas descansar, ¿sí mi amor?―

―Si quieres iré yo también pequeño.― sonrió el adulto.

Ahora solo asintió, el rey, sin decir nada, solo cargó al pequeño chico en brazos como si de un niño pequeño se tratara, él no dijo nada, solo ocultó un poco su rostro, cansado.

Ambos reyes se miraron un poco preocupados, pero solo comenzaron a caminar hacia el castillo y, posteriormente, a la habitación del muchacho.

~♡~

Riku estaba algo mareado, pero no lo suficiente como para evitarle estar de pie mientras caminaba por los pasillos de aquel gran castillo que ahora pisaba.

Sí, estaba en el reino de Diamantes. No, no se había casado aún.

Solo era una visita de un día, Naminé le mostraba las pinturas de su madre con emoción, y él solo sonreía y asentía, realmente eran hermosas.

―Riku... ¿cómo te encuentras? No te ves muy bien.― murmuró la rubia, deteniendo su andar.

―Estoy bien... solo un poco mareado, creo.― se tomó la cabeza, suspirando un poco cansado.

―¿Quieres parar? Podemos ir a descansar y luego volver al reino de Corazones.―

―Aún quedan unas horas de visita, estaré bien.― sonrió de forma leve.

―¿Seguro? ― lo miro preocupada.

―Sí, no te preocupes... además, viajamos tres días para llegar, lo mínimo sería quedarnos el día entero, ¿no crees? ―

―Sí... tienes razón. ―

Solo siguieron con la caminata por los pasillos, hablando de cualquier tema, algunos relacionados a los cuadros, y otros a nada que ver.

―A Sora le encantaría ver estos cuadros... ― sonrió.

La rubia solo soltó una risita, cosa que provocó que el mayor la mirara.

Un corazón perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora