Introducción

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Erase una vez en un reino muy lejano un joven príncipe  agraciado en dicha, riqueza, inteligencia y belleza que desgraciadamente creció siendo frio, déspota y egoísta. Una fría noche de invierno, durante una escalofriante tormenta el príncipe celebraba una de sus típicas "reuniones" donde el libido controlaba la razón cuando de repente un ruido repetitivo lo arrancó de su ensimismación, en su grandisímo salón, frente a la cálida chimenea y rodeado de un docena de bellas mujeres mujeres, éste decidió ignorar el ruido, pero éste no cesaba, obligando así al príncipe a detener su juego. 

Éste, con un profundo enfado fue dispuesto a detener el origen del ruido, que no provenía de otra parte si no de las grandes puertas de palacio. El príncipe también agraciado en fuerza abrió los portones sin ningún esfuerzo recordando tan solo por un segundo a sus difuntos padres asesinados cruelmente por el reino vecino, cuando su padre le abría cortésmente a su madre. También recordó su planeada venganza y cómo recuperó su legitimo reino y su castillo. 

Cuando el príncipe se acercó a los portones, se preguntó quién podría haber pasado por la guardia de la entrada al recinto y por qué ningún sirviente habría abierto ya la puerta. Ante la duda, el príncipe tomó una de las espadas de las decorativas armaduras y se dispuso a abrir la puerta. Cuando abrió la puerta, bajó inmediatamente la espada, pues quien se personificaba en la entrada no representaba una amenaza para él; más una tremenda rabia en seguida apareció en él; quién tocaba a las puertas era una anciana con no muy buen aspecto completamente empapada. 

La anciana le pidió al príncipe cobijo para resguardarse de la tormenta y las afiladas cuchillas del frio invierno, quien, repugnado por el aspecto de la anciana le ordenó que saliera de sus dominios; la anciana insistió de nuevo ofreciendo por pasar la noche en el castillo una simple pero bellísima roja roja. 

El príncipe, cada vez más enfurecido despreció el regalo de la anciana  y dio media vuelta llamando a sus guardias, pero de nuevo la anciana le insistió que reconsiderara su decisión, pues la verdadera belleza se encuentra en el interior. El príncipe ya harto de la anciana, dirigió el filo de su espada hacia la mujer, que justo antes de que fuera capaz de rozarla, empezó a desprender una cegadora luz, mostrando así su verdadera forma : La de una hermosa y poderosísima hechicera.

 El príncipe, temiendo las consecuencias, se arrodilló y suplicó a la hechicera clemencia, pero ella ya había visto que no había amor u compasión en su corazón, por lo que lanzó un maleficio sobre el bosque alrededor del castillo, a sus habitantes y al príncipe, convirtiendo a éste último en una horripilante bestia. Mas la hechicera fue bondadosa, dando la oportunidad de que su hechizo se pudiera romper, pero tendría una fecha límite; hasta que cayera el último pétalo de la rosa despreciada, en su cumpleaños número 25, alguien debería aprender a amarlo aún con su aspecto, si no, continuaría siendo una bestia para siempre, pero... ¿quién podría amar a una bestia?

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⏰ Última actualización: Apr 24, 2019 ⏰

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"La bella" y la bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora