El gallo alfa

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 En un gallinero, donde cada fin de semana se juntaban todos los gallos, gallinas y polluelos del lugar, haciendo de esa juntada una verdadera fiesta hogareña, se desataba una cuestión. Quién de los más jóvenes cacareaba mejor.

La algarada comenzó con dos novicios que aludían tal diversión. Se les sumaban al juego, mayores de edad, que imitando sus entrecortados chirridos, hacían más intensas las risas puestas en el espectáculo.

Entre el griterío, las risas exageradas y algunas aves agarrándose la pansa tiradas en el suelo, ambiente que invadía por completo todo el gallinero, la puerta se abre tan bruscamente que pega contra la pared haciendo que tal sonido produzca el suficiente impacto para todos dirijan la atención a quien acaba de entrar y para reconocer, por la seriedad en su rostro, el peso de sus patas en su lento caminar y rasgos de molestia en su mirar, que éste era el gallo alfa, el más macho de todos, el que todos escuchaban al despuntar el alba todos los días en su perfecto canto, que todas las gallinas querían y todos los demás le brindaban un venerable respeto.

Todos callaron inmediatamente al verlo entrar y solo se escuchaban sus patas en la paja que regaba el suelo. Se dirige a su mesa mientras contempla el silencio. Pide el mismo whisky de siempre. No tardan dos segundos en traerlo. Se lo toma todo en un solo sorbo sin vacilar y luego dice:

- Con que juegan a quien cacarea mejor. Mientras mira el fondo del vaso vacío, mira a un costado y continúa: – ¡Yo les voy a mostrar quién cacarea mejor! Se pone de pie, todos esperan el gran y hermoso estruendo. Pero en el momento en que iba a mostrar su canto, crea un ruido extraño pero gracioso, como si se atragantara y lo sigue, e imitando las aves más chicas, de forma tan graciosa, que el más chico de los polluelos explota en carcajadas tan fuerte que, todos al mirarlo, no pudieron aguantar la risa y se produjo un estruendo más grande que el anterior.

Debido a la inevitable risa yo no divisaban al gallo alfa. En cambio éste se direccionaba al polluelo que inició, con su carcajada, el alboroto. El infante, con sus ojos cerrados, seguía riendo hasta que, con la cabeza agacha, abrió los ojos y vio las inconfundibles garras del mandamás. Se puso serio y rojo a la vez. Levantó la mirada temblando y lentamente quedó paralizado. Como también las risas de todos los demás, haciendo de nuevo otro silencio abismal.

Mirándolo el gallo alfa, dijo:

- Este es el mejor cacareo que un gallo pueda tener en su vida, la alegría de su inocencia.

Se agachó, y con una rodilla en tierra, dijo al polluelo:

- Trata, mi amigo, de nunca perderla.

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⏰ Last updated: Apr 20, 2019 ⏰

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