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En los primeros días de mayo el ambiente era simplemente agradable aunque algunos los considerarán tediosos. El sol brillaba en su máximo esplendor iluminando hasta el más recóndito y oscuro lugar. Las ráfagas de viento deambulan por los alrededores causando escalofríos y llevándose consigo objetos ligeros.

Las personas caminaban en calma  mientras que los autos manejaban a toda velocidad por la gran ciudad. Distintas canciones se podían escuchaban en cada local por el que se pasaba y el exquisito aroma proveniente de los restaurantes llegaba hasta las fosas nasales con la clara invitación a disfrutar de las mejores comidas coreanas, siempre y cuando pudieras pagarlas.

Por otro lado se encontraba Seokjin. El castaño se hallaba sentado detrás del mostrador y sumamente concentrado mientras sus ojos se paseaban por la página de la revista de cocina entre sus manos completamente ajeno a lo que pasaba en el exterior de esa tienda con olor refrescante.

El chico aprovechaba de ese escaso momento para relajarse.
Hasta ahora el día había transcurrido ajetreado y estresante, no obstante,  había terminado antes y rápidamente con todo lo que usualmente hacia en la tienda permitiendo así tener el tiempo libre, relativamente ya que llegaban clientes como insectos a la luz. Le echó una mirada fugaz a su reloj de mano y suspiro cansado, aún faltan unas pocas hora para culminar su terrible día de trabajo.

Todo el día de hoy había sido ajetreado y un poco estresante para el muchacho. Tal vez se deba a que era viernes. Sin embargo, ¡¿quién se atrevería a decir que variedades de individuos de diferentes partes de la ciudad con distintas razones y a cualquier hora del día se llegarían a la tienda e impediría que el castaño pudiera disfrutar de un pequeño y merecido descanso.

«Qué acaso no habían otras floristerías» había dicho Seokjin en ese entonces.

No lo mal entiendan.
Él está muy feliz de que al negocio de su madre le vaya extremadamente bien—mucho para su propio beneficio y desventaja—. También está orgulloso de trabajar allí y de poder ayudar con todo lo que sea necesario, no obstante, se siente agotado tanto física como mentalmente. Jisoo, su amiga y la otra empleada que trabaja en la tienda, no había asistido estos últimos días pues se encontraba en cinta y su embarazo, había dicho ella, era de ochenta por ciento de riesgo por lo que debía de guardar reposo hasta dar a luz. Por lo tanto a Seokjin no le quedaba de otra que atender el lugar solo, a veces iba su madre y lo ayudaba pero no era tan frecuente como el quisiera así que hacía el doble del trabajo sin permitirse un descanso ni nada.

Seokjin a sus veinticuatro años deseaba con toda su alma y corazón ser un gran y reconocido chef digno de admirar. Se lo debía a su padre.
Así que aunque haya días en donde sintiera que no podía más y en donde caía en la angustia y la depresión, soportaría todo los obstáculos, aguantaría las noches en vela y se aferaría al sueño que desde pequeño a mantenido y no se rendiría por nada del mundo porque el lo va a logrará y hará que sus padres se sintieran orgullosos incluso aunque uno de ellos no esté en el plano terrenal.

El fracaso no es opción para Kim Seokjin.

La campana de la entrada sonó indicando que alguien nuevo había ingresado. El castaño soltó un suspiro desganado, se levantó y alzó la vista para recibir a su nuevo cliente más se llevó una gran sorpresa cuando reconoció el rostro de la persona frente a el.

—Hey! What's up, bro! —saludo el peligris como de costumbre, agitando una mano y sonriendo con emoción resaltando esos hoyuelos que tanto le encantaban al mayor. 

—Nam... Hola. ¡Que sorpresa! —exclamó con asombro por la inesperada pero grata visita. Se apresuró a salir del mostrador y en cuanto estuvo a una corta distancia envolvió a su moreno y querido amigo en un necesitado abrazo.

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⏰ Última actualización: Jan 06, 2020 ⏰

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🍰 Entre Pasteles Y Flores 🌼 JinSu/SINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora