Epílogo

4.7K 573 178
                                    

«Bajo las gradas» 

El semestre acababa de iniciar, no hacía ni dos semanas desde que las clases arrancaron y los profesores ya les habían mandado tareas suficientes para competir con el monte Everest. «Acostúmbrate, así son las cosas en la universidad», le recordó la voz de su conciencia y aunque no solía discutir con ella, esta vez Jaemin habría preferido que se quedara callada.

Pendiente de sus deberes, recordó el montón de problemas sobre ecuaciones diferenciales que aun debía resolver y el ensayo para la clase de Ética que ni siquiera había comenzado a redactar, más no se acobardó y continuó en lo que se había propuesto hacer: asistir a la práctica de americano y descubrir si los rumores eran ciertos.

No había pasado una hora desde que pisó el campus, cuando comprendió que (al igual que en la preparatoria) existía una jerarquía social que etiquetaba a todos los que formaban la comunidad y colocaba a los tontos frikis como él en lo más bajo del escalafón, dejando la punta, la cima anhelada y codiciada, a la crema innata de la sociedad.

Algunos de los privilegiados merecían sus puestos igual que los ladrones sus botines, pero otros más, unos que ni siquiera parecían advertir el sitio tan especial que ocupaban, se hallaban en lo alto por mérito propio... o eso fue lo que Jaemin pensó al tumbarse en las gradas y enfocar la vista, ubicando sin problema al capitán del equipo. Oh Sehun.

Decir que era guapo no haría ningún tipo de justicia a su atractivo.

Tenía el cabello negro azabache y una piel como leche pura, su expresión arrogante remarcaba la sensualidad de su sonrisa y esos ojos oscuros, tan profundos que volverse su blanco sería como arrojarse a un abismo sin fondo. El uniforme le sentaba perfecto, la tela del pantalón abrazaba su estrechísima cintura y a pesar del volumen extra de las hombreras, la silueta de su torso dejaba saber que poseía unos hombros anchos y un pecho muy amplio.

—Maldición, ¡es perfecto! —exclamó el chico, confirmando que, en efecto, todo lo que se decía era cierto.

Se había sentido tan ansioso por conocer al chico que era el sueño de todos en su facultad, que ni siquiera advirtió que no era el único que acudía a mirar el entrenamiento. Más allá, jóvenes de otras carreras atendían a las jugadas que el equipo repasaba y sólo unos cuantos escalones abajo, un chico de rizos dorados parecía haber escuchado los suspiros embelesados de Jaemin.

La risita que lo delató, hizo que el estudiante de primer año se sonrojara hasta la raíz del pelo, una mata rosada que no conseguiría hacerlo pasar desapercibido ni aunque lo intentara.

—Disculpa, no fue mi intención ofenderte —le dijo el rubio, sabiéndose descubierto.

A juzgar por la confianza que irradiaba, debía tratarse de un sunbae de segundo o tercer año. Jaemin cayó en la cuenta de que también era guapo, quizás demasiado, con ese porte de príncipe y la sonrisa dulce. Llevaba puesta una fina camisa a rayas y sobre los hombros una chaqueta de piel con los colores del equipo.

—No me ofendí —anotó el menor—, sólo me chiveé un poquito.

—Está bien, todos hemos suspirado alguna vez por el capitán del equipo.

—¿Cómo sabes que hablaba de él? —Jaemin se sorprendió.

—¿No lo hacías?

—Bueno, sí, pero...

—Lo supe porque yo también vengo aquí a verlo —confesó el mayor—, a veces igual me emociono y no puedo evitar suspirar en voz alta.

—¿De verdad?

De chicos malos y ratones de biblioteca || HunHan ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora