Es viernes, día del baile, y aunque preferiría quedarme en casa viendo películas mientras como palomitas y chocolate, como organizadora tengo varios compromisos a los que no puedo faltar. Me levanto de la cama, poniéndome mis pantuflas y saliendo en pijama hacia la cocina, donde mi madre tiene un desayuno tardío listo. Cubro con mi mano un bostezo y me siento en la mesa. Mamá pone una montaña de panqueques con mantequilla y miel frente a mí y comienzo a devorarlo.
¡Amo a mi madre!
―Llamó Taylor para saber si ibas con ellas a la peluquería ―menciona mamá, tomando asiento frente a mí―. Dije que prácticamente estabas en coma por estudiar hasta tarde.
―Les dije que me arreglaría aquí ―respondo, luego me llevo un pedazo de panqueque a la boca.
Mi madre sonríe.
―Vale, cariño, te ayudaré a prepararte. Imagino que tu cita te recogerá cerca de las siete, así que empezaremos a consentirte dentro de un rato.
―Mamá, la fiesta será como dentro de unas ocho horas
―Y una chica debe tomarse tiempo para sí misma.
No trato de contradecirla, le sigo la corriente y asiento. Mi definición de tomarme mi tiempo es ponerme el vestido, hacerme un moño, aplicarme brillo labial y agarrar mis tacones para ponérmelos en el camino. Fácil y sin complicaciones. Pero, la definición de mi mamá es depilarme el cuerpo entero, hacerme manicura y pedicura, aplicarme una mascarilla facial y bañarme con sales de baño.
Tres horas después, estoy inspeccionando los vestidos sobre la cama.
Mama entra en la habitación y se acerca a mi lado.
― ¿Cuál dices que se vería mejor, el negro o el gris? ―Le pregunto.
―Se ven un poco conservadores para este tipo de fiesta ―aprecia.
Me encojo de hombros.
―Son mi única opción ―respondo, un poco arrepentida por no haber aceptado la oferta de las chicas.
―En realidad... no lo son.
La veo sacar una caja blanca de debajo de la cama.
― ¿Cómo es que...?
―Cómo llegó allí es lo de menos ―contesta mi pregunta no formulada―. Tenemos que darnos prisa, ahora solo quedan unas pocas horas para arreglarte.
No espera mi repuesta, simplemente toma mi mano llevándome hacia la silla peinadora y empieza a peinarme y maquillarme. Mamá sabe que esta es una oportunidad única. Nunca fui la hija ideal, aquella que se dejara vestir y hacer peinados ridículos como una muñeca. Nunca fui lo suficiente femenina para los estándares de mis padres, pero por una noche, me aguantaré y seré macilla en sus manos. La sonrisa que me da por el espejo es impagable, no voy a arruinárselo.
***
―Luces hermosa, cariño. Ahora solo falta ponerte el vestido.
Me había olvidado de eso.
Ni siquiera lo he visto, pero conociendo a mamá estoy segura que será impresionante.
Abro la caja y me encuentro con el vestido más hermoso que podría haber imaginado. Es de mi color favorito, azul. La parte superior es en corte corazón, ceñido hasta la cintura y tiene pequeños tirantes llenos de pedrería plateada, y en la parte inferior es amplio sin ser demasiado pomposo o largo, llegando más arriba de mis tobillos por lo que caminar no será imposible. Lo que amo de la falda son los matices de colores en ella, un degradé que va desde el azul más oscuro hasta el más claro.
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I Hate Loving You©
Novela Juvenil[EN EDICIÓN] Las primeras impresiones no siempre son las correctas... ¿o sí? Samantha Ryan no tiene tiempo para distracciones del futuro que su padre tiene planeado para ella. Mucho menos si viene en un paquete de ojos azules, hoyuelos, y quien pued...