Capítulo 19: Soberbia

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"AMOLAD es propiedad de The Snipster"

Las manos de Des estaban sangrando, no podía pensar con claridad mientras las lágrimas salían sin compasión, manchando los vidrios que lo cortaron y dándole un dolor real que lo hacía sentirse vivo, no quería culpar a nadie de su sentir, era un estúpido al confiar en el bad boy, quien al final lo había vendido.

Su asistente estaba alarmada, corrió por unas gasas al baño privado de su jefe, para cubrir las manos de Des, quien intento alejarla, tenia miedo que la chica se lastimara con el desastre que había ocasionado, ella era la única que lo adoraba, no sentía que su amistad fuera fingida, a diferencia de Tomás, ese bastardo no sólo le había quitado la empresa, si no que le demostró por qué Aeva se debió alejar de todos al obtener la presidencia.

Cargaba una muerte en sus hombros, alguien que fue importante en la vida de Leo, lo amaba, pero no quería creer que este lo traicionara de esta manera, aunque tuviera justificación, las mentiras se habían desecho como una torre de naipes y lo golpeaban en la cara.

— ¿Qué ocurrió? Debó llevarlo al doctor, esas heridas no lucen bien, tienen esquirlas de vidrio por todas las manos — le dijo Lourdes, quien desesperada intento levantarlo, pero Aeva se apartó, quería quedarse en suelo, y sentirse como la escoria que era.

— Llévame a casa, cancela todo y convoca una junta mañana — Aeva murmuraba, la fuerte voz del presidente no era más que un soplo, Lourdes lo miraba anonadada — Le diré al consejo que renuncio a mi cargo.

— ¡No!, Señor, debe estar bromeando — le reclamó la morena, tomándolo de las solapas, estaba a punto de zarandearlo, pero Des solo se derrumbó entre sus brazos.

— No quiero que él me encuentre, no dejas que sepa donde estoy, por favor — suplicó, abrazándola, su suave aroma a jazmín y rosas lo reconforto, esa fragancia le daba paz en medio de su tormenta.

— ¿Leo? — pregunto la chica, sin entender que pasaba, a lo que, al ver su confusión, Des le explicó a su asistente entre palabras cortadas por llanto lo que ocurrió minutos antes.

En otra ciudad Leo pagaba lo que debía a alguno de sus acreedores, Lourdes le dio un jugoso cheque por trabajar de modelo esa anoche para Ardent. Con todo ese capital pudo componer lo referente a la fundación de su abuelo y seguir con la visión que por despecho había perdido.

Ya no quería huir, terminando la última obra de Davi, sabía que podría sincerarse con Des y demostrarle el legado que él anciano dejó.

— ¿Quién diría, que el amor te haría pensar las cosas? — murmuro una joven detrás de él, al girarse pudo observar a su hermana, quien lo miraba orgullosa, al observar el hogar de mascotas abandonadas, terminado — Pagaste la casa de mascotas.

— Si, todo se lo debo a él —sonrió Leo, intentando que su sonrisa llegara a la mueca que se convirtió el rostro sereno de su hermana.

— ¿No te importa que el matara a nuestro abuelo?, ¡Veo que se te olvido el objetivo! — le reclamó Maia, Leo solo negó con la cabeza, mientras le daba un abrazo a su hermana.

— Mi abuelo cumplió con su deber, y murió en su obra, Des no lo mandó a matar, fue la huelga y el caos lo que acabó con él — el moreno estaba seguro de sus palabras, la muerte fue un accidente.

— Aunque tu amor millonario, no lo mandara a matar, es culpable de que la huelga comenzara, si tan sólo lo hubiera escuchado, ¡él seguiría vivo! — le reclamó Maia, dándole un golpe en el pecho para apartar el forzado abrazo, la chica se dio media vuelta.

— Estas sólo en esto, hermanito, ni mamá ni yo aprobamos que él sea tu pareja, búscanos cuando ese ingrato te de la espalda — le reclamó la chica, dándose la vuelta

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