⟻XXXII. INCÓGNITAS.⤛

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Se escuchaban aplausos, el círculo bajo y los gemelos sonreían complacidos, después de intercambiar miradas llamaron a uno de sus guardias que luego pasó a buscarme.

—Señorita la están esperando —salió de la boca del guardia, me extendió su mano y sin más me llevó al área VIP.

—De verdad que eres asombrosa —Dijo entre risas. Quería matar a Sissi.

—Porque tienes que complicar todo —La agarré del brazo.

—Vamos relájate, siempre eres tan estirada —se soltó de mi agarre—. Me gusta más la Mac que estaba en el círculo de luz flotante —ya se le notaba el alcohol en el aliento.

—Vámonos —volví agarrar su brazo.

—Hey chicas —Uno de los gemelos apareció cuando iba a dar la vuelta para irme y así choque contra su pecho, me aparte apenada— ¿Para dónde van? La fiesta apenas empieza.

—Si Mac, apenas empieza —dijo Sis a mis espaldas.

Era una locura, pero... ¿Porque no quedarse un rato? Igual hice todo un número para entrar.

—Está bien nos quedamos —Sis daba saltitos de alegría— Pero solo un rato.

—Si jefa —Me dio un saludo militar para luego ir a por un trago.

—Tenía mucho tiempo sin verte por aquí —dijo el gemelo pasándome un trago con colores neón que llevaba un mayordomo semidesnudo— Recuerdo aquella energía que emanaba de todo tu ser —solo podía reír ante eso, claro que conozco a los gemelos, son hermanos de sava y aun así no iban a dejarme entrar tan fácil a esta área, por la ausencia que ya mencionéantes.

—Sion... ¿Qué tal va el negocio? —se formó una amplia sonrisa en su rostro.

—Aun puedes reconocernos, eso es lindo —amplio sus brazos de forma "¿No ves? Soy todo poderoso" al estilo de Tony Stark de Marvel y dijo— Todo va de maravilla —puede que le saque un poco de información, si no dice nada el otro gemelo, Sein, es mi otra opción, después de todo no fue tan mala cosa que Sis se metiera aquí.

Hablamos un minuto de unas cosas triviales para poder preguntarle sin que sospeche nada malo.

—Disculpa, pero no puedo evitar preguntar algo que escuche abajo por casualidad —él se puso dispuesto a responderme lo que sea— Hay una particular pastilla en la que tengo mucha curiosidad.

—No sabía que estabas interesada en esas cosas.

—No, pero estoy muy llena de curiosidad y me gusta probar cosas nuevas.

Me comenzó a hablar del servicio de drogas que hay en el local, por lo general aquí en ciertos eventos te sirven ciertas reacciones de lo que te puedas imaginar sobre unos platos dorados, pero nada para darte una sobredosis, todo está muy bien controlado, hablo con detalle de eso hasta que me soltó lo que quería.

—Últimamente ha habido problemas con gente que compra unas pastillas a unos dealers cerca del titanio, pero no te recomiendo que te acerques a esos, tienen rara procedencia. Tratamos de deshacernos de ellos.

...Mientras tanto en una mesa cerca de Mac...

Un pelo oscuro y una castaña estaban discutiendo

—¿Porque me trajiste aquí Anisa?

—No te quejes, muchos hacen lo que sea para poder entrar aquí y yo te metí sin ningún problema, además acabamos de llegar, relájate —el pelo oscuro pidió sin más unas bebidas. Entre murmureos dijo la castaña— No que no querías venir.

—No, pero ya estamos aquí, tengo que entrar en ambiente.

La castaña mientras bebía se encontró interesada en unos chicos en específicos y lo dejo solo.

—El deber llama, cuídate.

—Al final termina dejándome solo —tomo un gran trago de su bebida alcohólica y al volver la mirada al frente, se topó con algo inesperado pero que le saco una sonrisa al instante. Una melena dorada tan indomable como la chica que lo cargaba, cada curva se reflejaba perfectamente ante los ojos del chico, curvas que se movían de un lado a otro con el compás de la música, la tez blanca la cual le parecía hermosa y no podía evitar pensar en tocarla tan solo un poco.

Aquí es donde el chico se pregunta si ese trago le dio una mala jugada y dice.

—No puede ser ella, seria mucha coincidencia —agarra de nuevo el trago y antes de dar un sorbo la ve voltear—. No puede ser verdad —si era ella, su boca carnosa y delicada, ojos tan dulces como la miel, pero tan punzantes como la abeja que la creó.

 No puede ser verdad —si era ella, su boca carnosa y delicada, ojos tan dulces como la miel, pero tan punzantes como la abeja que la creó

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