Video.

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Todo comenzaba en la universidad; cuando la vio abarrotada de libros fantásticos caminar hacía la mesa de descanso, fue su lado caballeroso lo que lo obligó a ayudarla en tan pesada tarea.

Y cuando lo vio, quedo anonado. No era un ella, si no un él.

Su estructura, estatura y andar parecia femenino; y no, no era una ofensa. Todo sus movimientos eran graciles y delicados, con un aura de elegancia; una dial belleza.

— ¿Necesitas ayuda? — Una simple oración dio comienzo a algo más.

—Me ayudaría mucho, gracias. — Seijūrō tomo unos libros. — Soy Furihata Kōki, mucho gusto.

— Akashi Seijūrō, a tus servicios. —Respondió el gesto. Causando una enorme sonrisa en la boca del castaño.

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—Shiori-san, por favor.

Rogó por quinta vez. Con desespero busco a su pelirrojo compañero; tratando de lograr que con su mirada él pudiera persuadir a su madre. Pero tal parece que él se hace de la vista gorda, leyendo un par de lineas en el libro.

Puchero inevitablemente, logrando un grito chillón y que la señora de la casa hiciera un enfoque especial en su rostro al verlo sonrojado.

— Mou~ Kōki-kun es tan lindo.

Akashi dio un suspiró, rindiéndose de una vez. Por eso no quería estudiar en casa; su madre cada que podía abusaba de la timidez del pequeño Furihata, apretujando sus mejillas y hablándole de manera infantil. Incluso llegando al extremo como esa vez. Grabarlo.


No le pregunten como consiguió la cámara de video; el no tenía intención de averiguarlo, pero sospechaba que su padre tubo que poner de su granito de arena para que su mujer se mantuviera contenta.

Sonrió bobamente sin ser consciente admirando como dos de las pocas personas que amaban convivían tranquilamente. Claro, si es que al acoso de su progenitora se le podía llamar así; su padre también podría entrar a la garantía, pero su contactó con Furihata era más leve, tranquilo. Le agradecía aquello.

Lo que Furihata pensara de él le importaba.

—Seijūrō. — Como can a su amo volvió su rostro hacia el morocho; analizando confundido su sonrisa maliciosa. — Sonríe.

Le costo tres segundos captar el mensaje antes de girar a la dirección de su madre; atragandose con su saliva cuándo vio que la cámara enfocaba a su persona.

— ¡Mamá! —Como pocas veces se atrevió a apenarse, ganándose la risa del dúo que lo acompañaba en la mesa ratonera y una mirada divertida de su progenitor.

Furihata observo esa acción cuando el dúo pelirrojo se peleaba por el aparato; saludó al hombre siendo correspondido al instante y regresó a su misión de tranquilizar a madre e hijo.

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El foco de color escarlata brilló en aquel caluroso verano, y para sorpresa de todos no era la mujer Akashi quien encendió el aparato.

Akashi Masaomi tomó la cámara girándola hacía donde su mujer e hijo discutían sobre el chico. No les escuchaba hablar, sus voces eran cubiertas por el sonido del agua y gritos de familias en aquel parque acuático, no obstante, con la pura mímica Masaomi podía describir de que iba la pelea.

SencillamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora