¿Sabes? Siempre me pregunté el por qué salías constantemente por las noches, poco después de casarnos y mudarnos a un vecindario pequeño apartado de la gran ciudad, ese hábito tuyo dejó de ser frecuente y sin embargo no pasó mucho tiempo para que tu rutina se volviese tan marcada y bien exacta que no tardé en percatarme de que algo estaba mal. Y sí como tus misteriosas salidas nocturnas, cada mañana te veías más y más callado y cada tarde comías un poco menos que el día anterior.
Ahora mismo mientras te espero, veo el reloj y noto que ya has tardado una hora.
"No hay elección" me repito tratando de recobrar el valor. O la locura más bien.
Suspiro.
Usualmente llegas exactamente a las cuatro de la mañana. De muy rara vez cruzas la puerta de nuestra alcoba a las cinco pero hoy ya has tardado… son las cinco con veintiocho minutos… veintinueve.
Ya es tarde y ya quiero cerrar mis ojos. Estoy cansado.
Tu tardanza comienza a impacientarme. Traqueteo los dedos sobre la mesa de la cocina, escucho el viento golpear contra la ventana y a los grillos cantar afuera, en el jardín, quizás sobre las flores de rosas y blancas. Esas que tanto nos gustan a ambos.
-Mi amor, ¿crees que estás se vean perfectas en casa?
-Sí… son bonitas…
¿Cómo suponerlo desde antes?
¿Cómo saberlo?
¿Cómo entenderlo siquiera? Ahora no puedo comprender pues no tiene ni siquiera 10 horas desde que supe el motivo por el cual parecías más y más alejado del mundo para refugiarte en otro que sólo se halla dentro de tu cabeza, lejos de mí y del poco confort que puedo ofrecerte.
Quizás ya no me necesitas.
Trago saliva mientras escucho la puerta de la entrada abrirse finalmente. Así que por ahí entras, descarado.
Siempre pensé que usabas la ventana o la puerta atrás de mí, la que guía por el campo de rosas y esa bella piscina que construiste especialmente para nuestra diversión en aquellos calurosos días de verano.
¿Aún la recuerdas? La primera vez que hicimos el amor en ella. ¿Recordarás que yo temblaba mucho aquel día? Fue tu cumpleaños, como regalo me pediste que confiase en ti y me dejase llevar, aunque no me lo hubieses pedido yo igual te hubiese seguido confiando en ti.
Tú guiaste todo el acto cual danza; nadie más que tú me había hecho tocar el cielo antes. Realmente pensé que estábamos juntos por amor.
Jamás me has insultado; sí, hemos peleado por estupideces y siempre hemos podido sobrellevar todo.
Hasta hoy.
Ahora subes las escaleras con cuidado, parecías un gran felino al acecho; y… ¿en serio no sabes que estoy acá?
Mírame… querido, mírame.
El último escalón de las escaleras rechina, sí, prometí que mandaría a repararla pero necesitaba dinero y tu te fuiste demasiado pronto como para que yo te recordase que tenías que dejarme los 200 dólares que te pedí hace tres días en la cena, cena en la cual por cierto, cabeceabas constantemente casi dormido sobre la sopa.
-Estoy bien, no me… no me molestes.
No te molesté más.
Y porque no te molesté más, y de hecho te insistí para que fueses a dormir temprano. Me vi obligado a buscar entre tus cosas para conseguir los últimos 20 dólares que necesitaba. ¿Ya te dije que sólo tenía 180 dólares propios e iba a usarlos para reparar el maldito escalón?
ESTÁS LEYENDO
Pecados
Short Story¿Cómo entenderlo siquiera? Ahora no puedo comprender pues no tiene ni siquiera 10 horas desde que supe el motivo por el cual parecías más y más alejado del mundo para refugiarte en otro que sólo se halla dentro de tu cabeza, lejos de mí y del poco c...