Salvación

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Mecanismo de defensa

Eso es lo que nos impide (creo) dejar entrar a las personas y dejar salir a las emociones.

Nos ahogamos internamente con las lágrimas que no nos atrevemos a soltar.

Nos ahorcamos con las palabras que nos da miedo dejar salir de nuestra boca.

Nos queman los parpados cada vez que los cerramos por evitar ver la realidad.

Nuestro interior es el que verdaderamente nos lastima.

A nuestro interior culpamos del sufrimiento.

¿Pero no es nuestro interior el que nos comunica qué es lo que verdaderamente necesitamos?

¿No es él el que sufre y nosotros los que lo matamos?

Sentimos muchas veces la necesidad de hacerlo callar.

Callarlo para seguir viviendo en nuestras vidas de sonrisas falsas.

Lo callamos para que no delate nuestra miseria.

Lo callamos porque en la oscuridad somos ciegos.

Y con ceguera no vemos lo que nos lastima.

En la ceguera es más fácil engañarnos a nosotros mismos.

Y es en ella en la que podemos convivir con nuestro interior.

Si, a veces nos excedemos.

Queremos más a las mentiras y nos lastima más la verdad.

Y es ahí cuando tomamos un camino fácil.

Un camino que creemos que nos dejará vivir en paz.

Un camino por el cual creemos no hay más sufrimiento.

Sólo inhalamos.

Y en el momento de exhalada apretamos un gatillo.

Un gatillo que nos libera.

Pero ¿es en serio una liberación?

¿No se trata sólo de un punto final?

Luego de un ruido ensordecedor, aparece un silencio.

El mismo silencio nos atraviesa.

El mismo que tememos que nos persiga todas las noches.

El mismo que nos ataca en la soledad.

El mismo que se mete dentro de nuestra cabeza y dentro de nuestro corazón.

El mismo que al atacarnos nos muestra la realidad.

Abrimos la memoria.

Abrimos las puertas que tenemos cerradas con llave.

Las que se encuentran dentro de lo más profundo de nuestra alma.

Las puertas que queremos que permanezcan cerradas para no recordar el dolor.

Las mismas que se abren y liberan muchas verdades que afirmamos que son mentiras.

Las mismas que nos sacan la armadura.

Las mismas que nos dejan indefensos a nosotros mismos.

Tras abrirlas todo cambia.

Nuestro entorno cambia.

Nosotros cambiamos.

¿Cómo?

Con una conversación.

Empezando con una conversación.

Quizás forzada, pero al fin y al cabo una conversación.

Tan llena de emociones y recuerdos.

Tan esencial que negamos su necesidad.

Tan dolorosa y tan liberadora, que nos hace recapacitar de muchas cosas y darnos cuenta de otras...

Cuando se habla duele.

Quizás un poquito más que retener ciertas palabras.

Pero ese dolor se va desvaneciendo.

De a poco.

Tan lentamente que es molesto.

Pero se va.

Y cuando menos queda dentro de nosotros.

Más fácil es lograr la sanación.

La sanación que anhelamos alcanzar.

La sanación por la cual luchamos tanto por adquirir.

La sanación que es, en realidad, una salvación.

La salvación que no creíamos real.

La salvación que unos minutos antes nos hubiera rescatado.

La salvación que nos hubiera salvado.

La salvación por la que no vivimos.

La salvación que de cierta forma actúa como destrucción.

La salvación que nos mató.

La misma que nos falló.

Estamos muertos por la salvación que nunca llegó.

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⏰ Last updated: Jun 11, 2019 ⏰

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Lucha internaWhere stories live. Discover now