—¿Marguerite, qué pasa?
Taehyung paró de caminar y miró a su compañera. Supuestamente estaban disfrutando de un amigable paseo por el parque. Él ya había hecho comentarios sobre la suavidad del clima, el paisaje, los patos en el estanque, y recibió apenas una palabra en respuesta.
—¿Al menos me mirarás?
Ella giró su cara hacia la suya, y él se dio cuenta de la preocupación en sus ojos azules, las oscuras sombras debajo. —¿Estás todavía mal?
—No. —Ella suspiró. —Sólo estoy intentando pensar que decir.
—¿A mí?
—Sí. —Su rápida sonrisa fue tensa. —Hace cuatro días mi madre vino a verme.
—¿Y?
—Sabe lo nuestro.
Taehyung hizo una mueca.
—Le dije a los gemelos que sería imposible mantener esta noticia en secreto. —Cogió la mano de ella, la colocó firmemente sobre su manga y ontinuó caminando. El parque estaba todavía desnudo de follaje, sin signos todavía de los bulbos de primavera o la flor. —¿Y qué tuvo que decir tu madre por si misma?—Que no eras una buena elección para un amante.
Él se detuvo de nuevo como en un consciente familiar sentido de insuficiencia mezclada con frustración atravesándole.
—¿Nadie en este maldito mundo piensa que soy capaz de algo?
Marguerite tiró del brazo de él.
—No hay necesidad de gritar; todo el mundo está mirándonos.—Déjalos mirar, ¿o quieres que me vaya? Odiaría echar a perder tu tarde con mi repugnante presencia.
—Ahora estás exagerando.
¿Lo hacía? Cerró sus ojos brevemente y a continuación los fijó en las elaboradas puertas del parque. No había estado en casa o ido a las oficinas de la naviera durante tres días. Hoseok le había dado una llave de su alojamiento y dejó a Taehyung allí para que se revolcase en su propia miseria mientras su amigo estaba fuera en un asunto naval.
Agarró la mano de Marguerite.
—Vamos.—¿Dónde vamos?
—A algún lugar donde podamos estar en privado, ¿o no confías en mi lo suficiente para estar a solas contigo?
—Oh, por amor de Dios.
Marguerite recogió su falda con su mano libre y se apresuró a su lado. Llegaron al edificio de Hoseok, frente al parque, y Taehyung sacó su llave. Ella no dijo nada hasta que él cerró la puerta detrás de ellos.
—¿Dónde estamos exactamente?
—¿Importa? Pertenece a un amigo mío. Aquí estamos seguros.
Ella lentamente se quitó sus guantes y le observó. Él no intentó moverse cuando la aguda mirada de ella abarcó sus desordenadas ropas y el mentón mal afeitado. Se dio cuenta él mismo que no estaba preparado para ser examinado, diseccionado, encontrarse deseando, no por Marguerite, no por una mujer a la que deseaba. Frunció el ceño hacia ella.
—¿Así qué exactamente dijo tu madre para ponerte tan preocupada por ser mi amante?
Sus cejas se elevaron. —No hay necesidad de ser tan defensivo. No he dicho que esté preocupada.
—No lo has dicho. Es obvio por la forma en que te estás comportando.
—Eres imposible. —Marguerite dio un tirón a las cintas crema de su sombrero hasta que se aflojaron y arrojó el artilugio sobre una silla. Saltó sobre él y le golpeó en el pecho. —¿Por qué me molesté en defenderte ante mi madre cuando obviamente has renunciado a ti mismo?
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Perversión. » k.th (+18)
Romance»Con un respingo la miró a los ojos. ¿Qué demonios le pasaba a él, fantaseando con una mujer? (...) »-... ¿Es por eso por lo que has estado negando tu verdadera naturaleza, jugando al caballero, concediendo nada más que un casto beso en los labios d...