Me gusta la forma en que tomas el café, pero me gusta más la forma en que me miras cuando hablas de todas esas cosas que apenas entiendo, como tu afición por los gatos, ese viejo trauma con One Direction o cuando me dices que tu cabello está de la chingada y necesita tratamiento, mientras yo sólo te veo y pienso en lo jodidamente perfecta que te ves esta noche, y podría apostar, que te verás diez o doce veces más guapa mañana temprano cuando me despiertes a besos.
Luego viene la forma en que te ríes de mis pendejadas, de algún mal chiste o de las series que vemos la tarde entera echados en el sillón, y cuando se sueltan tus carcajadas, parece que por alguna extraña razón se cierran las heridas en mi alma, vuelve la calma y se acaban las tormentas.
Creo que lo mejor es cuando tomamos el desayuno, o cuando peleamos como niños pequeños, o cuando caminamos de la mano, o cuando vamos en el carro cantando reggaetón, o cuando nos abrazamos en la cama en silencio, o cuando nos lavamos los dientes y te pego una nalgada que es casi como un buenas noches.
Me gusta cuando tomas el café y haces esa mueca de aprobación que asemeja una ligera sonrisa, ya sea en algún lugarcito pintoresco o en la casa de mis padres mientras le dices a mi mamá que hace el mejor del mundo, pero para serte sincero, ya no sé si me gustas tanto y el café es lo de menos en todo esto.
