Capitulo diecisiete.

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Entre tantos pasillos en este enorme hospital tenía que ir hacia el que está frente a la habitación de él.

–¿Qué le pasó a tu pie? –cuestionó él una vez más.

Su rostro pasó de una expresión de sorpresa a una de alegría, parecía contento de verme y se aproximó hacia mi inclinándose ligeramente.

–¿Te comió la lengua el gato? –insistió con una leve sonrisa

–No... –respondí con un hilo de voz, él me intimida y aun no comprendo el por qué.

–¿Estuviste en una fiesta? Estas muy arreglada... –sonrió ligeramente–. Te ves muy bonita.

–Gra...gracias –respondí torpemente, esperaba alguna clase de burla o sarcasmo de su parte, pero en su lugar ¿me halaga? Rodé las llantas de mi silla ligeramente hacia atrás alejándome de su cercanía extrema.

Él sonrió y se enderezó.

–No has respondido ninguna de mis preguntas. –insistió él.

–Preguntaste muchas cosas –finalmente emití una frase completa y coherente.

–Bueno, empecemos con, ¿Qué te pasó en el pie?

–Es una larga historia.

–¿Peleaste en otra fiesta? –sonrió ampliamente mostrando sus hermosos dientes y una ligera arruguita en su nariz.

–Eso hubiera sido más digno –esbocé una ligera sonrisa al recordar la forma tan tonta en la que me lesioné.

–Por cierto... gracias.

–¿Eh?

–Yo no recuerdo mucho de lo sucedido, pero me contaron que me ayudaste a llegar aquí y que te debo la vida.

–¿La vida? –me sorprendí–. No no... –sonreí negando con mi cabeza–. Quien sea que te haya dicho eso exageró. Lo único que hice fue poner una toalla en tu herida... y... bueno... ¿Cómo estás?

–Bien –sonrió infantilmente–, hace un par de horas me quitaron el suero y en la mañana me darán el alta.

–Me alegro por ti...

Un silencio incomodo invadió el pasillo mientras el mantenía su mirada fija en mis ojos, desvié la mirada y aclaré mi garganta.

–Venía por una botella de agua... –musité con un hilo de voz.

Él hizo una mueca y volteó para luego caminar lentamente de regreso hacia la máquina expendedora, pude ver una vez más entre la abertura de su bata, sonreí ligeramente burlona y bajé mi mirada a mis rodillas.

–Esta estúpida maquina se tragó mi moneda –se quejó él dando otra patada.

–Déjame intentar.

Rodé las ruedas de la silla hacia la máquina y estiré mi brazo hacia la pared justo a mi altura donde estaba enchufado el cable de la máquina, lo jalé y tras un segundó volví a conectarlo, la maquina se iluminó y un sonido nos avisó que el refresco que Bloo había seleccionado antes acababa de caer a la bandeja expendedora.

Bloo notablemente emocionado se agachó para tomar la lata de refresco.

–¡Eres genial, bambi! –exclamó mostrando la lata en su mano–. Te invitaré un refresco. Oh, pero... –hizo un leve puchero–, no tengo otra moneda...

–No te preocupes –sonreí. ¿Quién es este sujeto y que ha hecho con el hostil, sarcástico y engreído Bloo?–. Yo venía a por una botella de agua.

Rodé para posicionarme frente a la máquina, abrí mi bolso y escarbé buscando mi pequeño monedero, al encontrarlo extraje una moneda y estiré mi mano hacia la maquina inútilmente ya que no alcanzaba a la ranura para las monedas.

RUDEWhere stories live. Discover now