Desde esos ojos que reflejan tu alma, como un lago cristalino y en calma que refleja a la luna, miras su figura danzar con las estrellas en la foresta de su brote.
Se te es ajeno a la beldad de su toque, eres invisible a su vista compasiva y te asfixia la falta de su perfume.
¿Quien soy yo para juzgar a los dioses? Cada día y cada noche me haces estas preguntas:
¿Quién eres tú, para estar en el exilio de sus caricias, de su esencia y de sus labios? ¿Para ser regente del deseo y la agonía?
Yo no lo sé. No te juzgo ni te lamento porque soy el viento que lleva tus pesares y el testigo de tu locura.
Tanto fue tu deseo y desesperación que su sangre a tus manos llegó. La pureza se manchó y ahora que dulce pena es la que gobiernas por la eternidad.
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Crónicas de Surá: Memorias del Viento
Short StoryRecopilaciones cortas sobre personajes que han quedado plasmadas en el tiempo y cuyo testigo sólo quedó el viento