El viaje

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A través de los árboles, veía el fuego a orillas del agua. Las llamas llenaban el ambiente de humo y me dificultaban la respiración; sudaba, oculto en la vegetación. El cielo estaba oscuro, la luna estaba tras las nubes. «Tyler», susurraba una voz; «Tyler», repetía. El fuego aumentaba, se acercaba... Giré para buscar la voz, me quedaba sin oxígeno... No encontraba a nadie, «Tyler»... El fuego me rodeaba... «Tyler»...

—¡Tyler! —Oí gritar, la señora Martha me sacudía —Querido, ya aterrizamos. Hay que desembarcar... ¿estás bien? —Prosiguió ésta. Me tomó tres segundos darme cuenta de que estaba en el asiento, no había llamas. Respiré con dificultad y asentí, me levanté y me encaminé tras la señora Martha... Vaya.

•••

Bajamos las escaleras eléctricas, hacia la salida del Glacier Park International Airport, La señora Martha me había interrogado acerca de cómo me encontraba minutos antes, «Seguro son estos aviones modernos, yo tuve un dolor de cabeza en todo el viaje», me decía, con tono reprobatorio refiriéndose a la aerolínea. «Quizá sólo fue la altura a la que íbamos», le respondí. Ni siquiera yo creía que fuera cierto, sólo quería seguirle la corriente.

Faltando pocos escalones, noté que había una multitud de personas con pancartas de bienvenida, y cosas por el estilo: BIENVENIDA, QUERIDA ABUELA, o ¡FAMILIA JOHNSON, AQUÍ!, las observé sonriendo, veía como todos se reencontraban con sus amigos o familiares; al mismo tiempo también tenía un poco de ansiedad: ¿dónde estaba el abuelo?

—Esperaremos al viejo Bob acá, seguro que ha estado pescando, y se le ha olvidado que llegabas —Dijo la señora Martha con su tono reprobatorio cada vez más habitual en ella. Tenía que reconocerlo, no siempre era dulce y cariñosa. Nos sentamos cerca de la puerta y saqué mi celular, 12:15 pm, el calor del verano se hacía sentir.

12: 35 pm, en ese momento no había muchas personas alrededor de nosotros, la mayoría ya se habían ido. Mirando a través de la pared de cristal hacia fuera, vi la silueta de un hombre mayor que salía de su camioneta con pasos energéticos, suspiré y sonreí: era mi abuelo.

—¡Querido Bob! —lo saludó la señora Martha, que de pronto era dulce y amable ¿cuantos cambios de humor diarios tendría? —.

—Oh Martha —respondió el abuelo besándola brevemente en la mejilla, e inmediatamente después, se giró hacia mí. Me dedicó una amplia sonrisa, yo se la devolví y nos abrasamos.

—Ya eres todo un hombre, hijo mío —pronunció el abuelo junto a mí, y a diferencia del abrazo con el tío Richard, éste sí lo disfruté.

—Hola, abuelo... —nos despegamos, pero yo aún sonreía.

—Llevamos rato esperándote, el vuelo aterrizó hace quince minutos —Le reprendió la señora Martha. La miré con cara de «Ni que fuera tanto tiempo».

—Sí, lo sé —reconoció el abuelo —Pero creí que aterrizarían más tarde, Maddie me dio la hora errónea, me llamó hace una hora —el abuelo vaciló —Estaba pescando cuando entonces...—Se excusó y yo reí en mi mente.

—Bueno, será mejor que nos vayamos, debo hacer unas compras —anunció la señora Martha.

El abuelo asintió, me miró, y me alborotó el cabello —Que bueno que estés aquí — Me dijo, yo sonreí nuevamente y cogimos el equipaje. Acto seguido nos dirigimos a la salida —.

La camioneta de mi abuelo era más moderna de lo que imaginé, una Ford F150 2010, en la parte trasera colocamos las maletas, noté que estaba ocupada con un par de cañas de pescar y un maletín, Supongo que con anzuelos. Mi abuelo de verdad amaba la pesca, quizá por eso se mudó aquí, decidí preguntárselo luego. Nos dirigíamos al condado de Flathead, como la primavera recién había terminado, los árboles de la autopista eran de un verde perfecto, y el sol de verano me cubría la cara, mientras veía hacia fuera.

—¿Verdad que sí, Tyler? —preguntó repentinamente la señora Martha, la miré sin comprender, estaba distraído viendo los árboles... —.

—¿El qué? —Pregunté confundido —.

—Le comento a tu abuelo lo del viaje, ¿en serio estás bien? Pareces ausente, me preocupas, muchacho... —La mirada del abuelo se encontró con la mía en el espejo, me veía expectante, le sonreí y se le relajó el gesto: conocía a Martha, solía ser un poco exagerada —.

Ya en el condado de Flathead, pasamos por una elegante iglesia, frente a un parque lleno de flores coloridas; tenía que reconocer que todo era muy hermoso. Un par de metros más allá, en las aceras, habían tiendas de ropa y un supermercado.

—Me quedo aquí —Anunció la señora Martha —Tyler, querido, ayúdame con el equipaje —asentí y bajé de la camioneta, fui a la parte de atrás y bajé sus dos valijas —.

La señora Martha se despidió con breve beso en la mejilla y me aconsejó que hiciera ejercicio para "mejorar mi concentración" «Seguro que sí», le contesté.

Me subí a la camioneta, en el asiento del copiloto, y suspiré.

—Bigfork está muy cerca —Me dijo el abuelo acelerando —.

—Vale, vayamos directo a casa, muero de hambre —Le dije asintiendo y suspirando. Decidí colocarme audífonos para no comenzar a pensar demasiado, en la nueva rutina y todo eso; lidiar conmigo mismo solía ser cansino.

Efectivamente nos tomó sólo unos cuantos minutos más de casas, y luego una corta carretera, para llegar al peculiar letrero que rezaba:«Bigfork, visita el centro de la historia», estaba escrito sobre una madera pálida y tenía dibujos de pinos a un costado, me pareció bonito, alrededor tenía flores. Había una flecha que señalaba a la izquierda, giramos y suspiré, el abuelo me miró.

—Bienvenido a casa, Tyler —pronunció, el abuelo -.

Yo sonreí un poco desconcertado; más tarde entendería sus palabras... más tarde entendería muchas cosas.

Sí, estaba fascinado por lo cuidado y detallado que eran las decoraciones del pueblo, de los comercios, de las aceras limpias y la gente sonriente que paseaba de un lado a otro, hasta de una gran fuente con un oso Grizzly en medio; pero más allá de todo eso, dentro de mí, mis nervios se encendían; se encendían como llamas a la orilla de un lago. Y me dejaban sin aliento.  

Amor de atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora