Día 4: ¿Dudas?

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Eran las 9:30 de la noche. La búsqueda de huevos de pascua se había vuelto una competencia y Ana se había decidido a ganar esa copa llena de chocolates. 

Junto a su mejor equipo: Andrea, la del olfato de perro, podría detectar el azucar envuelto en el aluminio en un radar de 100 metros; Jacobo, con sus perspicaces orejas, podría escuchar cuando los enemigos se acercaran; Leo simplemente era lindo y hacía buenas bromas; y luego estaba ella: la líder, Ana Sánchez, 1.40 mts, 1.4 de aumento en cada ojo -casi nada-, era la más alta y, con doce años, la mayor de su grupito. Esa copa de dulces sería suya. 

Hizo una pequeña junta antes de que el silbato sonase, antes de que la guerra diera inicio. 

- Seremos un pentágono. Inició. 

- Ana, somos cuatro, - Leo, que además de lindo y carismático era bueno en matemáticas, corrigió- seremos un diamante. 

Ana se decepcionó solo un poco, le hacía ilusión ir en medio. 

- Bien, iré al frente, Andrea a mi derecha, Leo a mi izquierda, Jacobo -lo señaló- tú irás atrás, debes cuidarnos de tropas enemigas.

>> Inspeccionaremos cada centímetro de césped pero de manera rápida, tenemos que movernos como uno solo, ninguno hará tropezar a los demás ¿dudas?

Andrea, que era la menor y por lo tanto la más lenta, levantó la mano.

- ¿Andy?

- ¿Qué significa el silbato que acaba de sonar? Preguntó marcando las "s" por el incisivo que se le había caído. 

- ¡Rayos, el juego empezó ya! ¡Nos llevan tres segundos de ventaja! ¡Rápido, el diamante!

Se pusieron todos en posición, Leo tuvo que mover a Andrea ya que confundió la derecha con la izquierda y pudieron comenzar. 

Cada año en Abasolo, Coahuila, hacían esta búsqueda de huevos de pascua y Julián siempre, siempre ganaba; era una total trampa porque él se encontraba justo en el límite de edad y siempre resultaba ser el mayor, más listo, más rápido y más fuerte. Era lógico que ganara año con año.

Pero esta vez sería diferente, Ana y su hermana Andrea habían entrenado duro durante todo el verano y las vacaciones de navidad, este año ellas se llevarían la copa de chocolates. 


El diamante cayó unos minutos después de que se formó. Andrea se llenó el cabello de césped, Jacobo se raspó el codo y Ana estaba echando humos. 

Julián llevaba 12 huevos, ellos llevaban 7. No podía ser, no otra vez. 

- ¡Cambio de plan! - le gritó Ana a su equipo, con sus trenzas casi deshechas y sus mejillas rojas- Separémonos, los cuatro puntos cardinales del patio. 

- ¿Qué son los puntos candinares? Preguntó Andrea. 

- Andy, corre en esa dirección y escarba hasta que tus dedos sangren. Ordenó Ana. 

- ¡Hasta que mis dedos sangren! Gritó Andrea mientras seguía las órdenes de su hermana mayor corriendo como si la persiguiera el diablo. 

- ¡No literal, Andrea! Pero ya no podía oírla. 

Ana se encogió de hombros y el equipo se separó. 

Ella encontró cuatro, Jacobo tres, Andrea uno y Leo seis. 21 huevos de pascua. 

Para cuando la competencia había terminado, ellos habían recolectado 21 y Julián 23. 

Julián se acercó a ella, dio golpecitos en su cabeza como a un perro y le entregó un huevo de pascua. -Ten, Anita, es un empate. 

Las señoras de la cuadra aclamaron con ternura. Ese era Julián, el correcto, el bueno en todo, el presidente de la sociedad de alumnos en la secundaria y voluntario en el refugio de mascotas.

Ana sabía que sólo era un engreído que fumaba atrás del salón de limpieza y salía de la ciudad a emborracharse con sus amigos de fuera, ¡sólo tienes catorce, amigo!

Ella rodó los ojos, pero lo aceptó, porque era mejor que nada.

La señora Juárez, organizadora del evento, decidió que era buena idea desempatar con "vencidas"; con lo que le daba el gane a su hijo, por supuesto, él debía pesar como veinte kilos más que el más fuerte de los niños y además era entrenador en el gimnasio local. No invente, señora. 

Julián abrazó a Ana por los hombros y ella se retorció bajo su brazo. Personalmente le entregó la copa en las manos. 

- ¿No se trata esto de divertirse? Julián le guiñó y Ana apretó los labios, como siempre que se enojaba.

No podía creer que su primera victoria se la hubiera cedido Julián el cretino. 

Minicuentos para minimomentos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora