Mi fantasma, aquí estás otra vez.
Hacía tanto que no te veía, ¿Dónde has estado?
—Tommy —lo llamé, más sin embargo, él no respondió. Se quedó parado frente a mí, mirándome con sus ojos cafés. —. Tommy, hace mucho tiempo que no te veía... ¿Por qué no me respondes?
Siguió sin contestar, desapareciendo por fin.
Tommy, Tommy, Tommy.
¿Acaso podría olvidarle algún día?
Mis padres, mi familia y la doctora Betty insistían en que era malo seguir teniendo《amigos imaginarios》a mi edad. Pero ¡por favor! ¿Acaso no se daban cuenta de que Tommy no era mi amigo imaginario?
Él era... mucho más que mi amigo, de cualquier tipo.
Lo había bautizado como mi fantasma. Mi fantasma especial, único y personal.
Ellos no me entienden.
Jamás habrían tenido alguien que estuviera siempre allí. Que fuera, único y exclusivo para ellos.
《Emily Paige Marlon Ross y Tommy》estaba escrito en mi libreta. Y es qué no hay otro nombre para él, es simplemente《Tommy》
Él solía dormir junto a mí todas las noches, pero últimamente ya no dormía conmigo, y lo había extrañado como a nada en el mundo.
Él solía decirme que con las personas especiales como yo, nacía una persona especial como él.
Él solía decirme tantas cosas y ahora ya ni me dirigía la palabra.
Me senté de espaldas al resto de mi habitación, mirando la ventana. Era un día lluvioso, justo como el día en que nací, según me narró mi madre.
Bien, ahora que tenemos tiempo, les contaré un poco sobre mí.
El treinta y uno de diciembre, a las once con cincuenta y tres minutos de la noche lluviosa de mil novecientos noventa y siete, nació una niña llamada Emily. Junto a ella, llegó Tommy.
Sus padres no supieron los problemas que esto conllevaría, hasta que Emy (apodo otorgado por Tommy) cumplió doce años.
—¡Feliz año nuevo, Emy, y también feliz cumpleaños! —dijo Raúl en mi fiesta de cumpleaños número doce. Era un chico lindo y amigable... pero no era Tommy.
—Gracias Raúl —respondí con desgana. —, de todas formas, mi cumpleaños fue ayer.
Mi fiesta se celebró el primero de enero porque, bueno, nadie está disponible el treinta y uno de diciembre.
Ese día mis padres me alejaron de Tommy por lo que pasé amargada todo el día.
Desde ese instante mis padres empezaron a notar que era《especial》.
Desde ese día voy a la oficina de Betty Malware todos los lunes (vaya desgracia de apellido para una hippie como ella).
Desde ese día recibo educación en casa, lo cual es muy útil porque así no hay ningún profesor calvo y fastidioso que me pregunte con quién hablo mientras él da su clase.
De todas formas, mi familia está reacia a aceptar como soy, por lo tanto, no conozco a la mitad de mis tíos y a la otra mitad no los recuerdo.
Sólo conozco a mi prima Sabrina (que recuerdo, en realidad) y no es que nos llevemos muy bien...
Me levanté de la silla y me miré en el espejo, recordando como trataba de alcanzar este mismo espejo cuando tenía cinco años.
—Vamos, tú puedes. —Había dicho él. Era más alto que yo, sus ojos marrones alcanzaban el espejo.
—No, no puedo. —respondí saltando.
Y no había podido. Es decir, es imposible crecer catorce centímetros sólo saltando.
Volví a mi posición anterior mirando las gotas de lluvia cayendo con furia sobre el asfalto.
Le veía cierto encanto a la lluvia.
De pronto, sus brazos se me rodearon, reposando en mi vientre.
Su tacto se sentía diferente, distante.
—Tommy... has estado tan distante estos días... —comencé a hablar.
—Lo sé, Emy, pero todo esto tiene una explicación. Y sé que no te va a gustar, pero no hay de otra manera. —respondió, posicionándose frente a mí.
—To-... —comencé.
—¿Duermes conmigo? —interrumpió.
—Siempre.
—Emy, esto es importante. Resulta que las personas especiales como nosotros, no estamos autorizados de... de...
Tommy se empezó a poner más pálido a cada segundo. Su tacto volviéndose frío.
—¿Qué está sucediendo?
—Pasé... pasé mucho más tiempo que el que debía junto a ti. ¡Y no me arrepiento, no creas eso! Pero ahora... ahora yo...
Llegados a este punto, las lágrimas ya se deslizaban silenciosamente.
—Yo me iré. Voy a desaparecer, Emy.
Lo abracé con toda mi fuerza y mis lágrimas salieron con furia.
—¡No, no tienes porqué irte! —lloriqueé.
—Yo no lo decidí. Simplemente... abrázame, Emy. No me sueltes.
En ese instante empecé a recordar como me calmaba cuando lloraba siendo bebé, como jugábamos siendo niño, como conversábamos en las madrugadas.
Todo el tiempo no habíamos sido más que él y yo.
Lo besé. Tal vez sería la primera y última vez que podría hacerlo.
—Siempre —le susurré, separándome.
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Mi fantasma
Short StoryOh, mi fantasma. ¿A dónde vas? Puedo verte, aquí en mi cama, pero luego te vas. Una historia incompleta que empecé a escribir en mis inicios, finalmente publicada.