Trigésimo cuarto

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Termino con el papeleo, me siento en el lugar de María, es mi turno de hacerle las vacaciones a ella.
Quien es la asistente del jefe de finanzas.
Me entretengo con los números, registrando meticulosamente lo que el señor Roselman me pidió.
Trato de evitar a Rhett lo más posible, me hice la dormida de camino al  trabajo, en casa me he excusado con que tengo el periodo para no participar de la cena, pero no es un show que me pueda durar mucho. 

La asistente de Rhett se aproxima a mi puesto, esa señora está sonriéndome, es tan extraño.
-Señora Gutiérrez, su esposo la espera para ir al almuerzo.- su sonrisa se ensancha un poco más y se vuelve siniestra.
Suspiro, ¿en serio?
-Dígale al señor Gutiérrez: que su esposa está ocupada, trabajando.
-Él dijo que usted diría eso, que le recordara que es el jefe de su jefe.
Siento como se aprieta mi mandíbula, intento sonreírle a ella y asiento.
-Estaré ahí en diez minutos.
Ella sonríe y me entrega una carpeta.
Procedo a llevarla al escritorio ddl señor Roselman, mientras me armo de valor para lo que viene.
No es que él vaya a decir algo o eso creo, es lo que vi en las fotos y como me hizo sentir.
Sé que es una farsa y que me fui en el gusto y la comodidad
Lo sé, pero algo dentro de mí no puede aceptarlo, que todo lo que sentí no fue mutuo.
Me detengo frente a su puerta, trato de que en un último suspiro se vaya cada rastro de estrés o dolor.
Abro la puerta, ahí está él... sonriendo.
-Hola querida esposa, no seas una extraña. Ven, almuerza conmigo.
-Hola.-Sonrío, tomo asiento en la silla frente a él.
-Mira mandé a pedir nuestro favorito, la lasaña del señor Russo.
Él me pasa uno de los platos, huele delicioso, coloca un milkshake de vainilla junto a mi plato.
Con eso sé que está intentando comprar mi habla.
-Gracias.-digo, procedo a disfrutar en silencio de mi almuerzo, siento su mirada de manera pesada varias veces en la media hora que trancurre.
Él me pasa un pañuelo cuando termino, me limpio la boca y robo de su gel alcoholada.
-Creo que es demasiado obvio como no me hablas.-su voz interrumpe el bello silencio que nos adornaba.
-No sé de qué hablas.-levanto la mirada y la dirijo a la suya, tratando de verme inocente.
-Tengo una hermana adolescente, sé cuando le pasa algo a una mujer y más si esa mujer es parte de mi familia.-suspira, muerde su labio inferior y vuelve a mirarme.-por favor, dime. Si soy yo, creo que es algo que hablando se puede arreglar.
Siento las lágrimas escoser en mis ojos, mi garganta se aprieta.
-Sí, eres tú.
-¿Qué hice?-su ceño está fruncido, no entiende porqué él.
-Eres tú, pero lo que pasa me lo hice yo. Creo que es mejor que consiga otro trabajo y que me centre más en mis estudios.
Siento mis mejillas arder, mis manos tiemblan y mi corazón, bueno él ya está perdido.
-¿De qué estás hablando?
-En los últimos días, más bien el último mes, me he ilusionado mucho con la vida que tengo. Pero ambos sabemos que no va a durar, no voy a tener este trabajo por siempre, no voy a tener esta familia por siempre, no voy a tener...
-Camila...
-Mira, yo sé que es mi culpa. Me salí del papel, sé que te debo más tiempo y lo voy a cumplir, mis abuelos dependen de eso. Pero es mejor si cada uno por las noches vuelve a su propia habitación, si dejamos de salir con los amigos del otro. Porque no somos algo que va a durar.
-No tiene sentido nada de lo que dices, Camila me importas. Me importan tus abuelos, me importa qué haces, me importan incluso tus calificaciones. Explícate, ¿por qué debemos separarnos?
Busco en mi celular las fotos que recibí, coloco la que partió mi alma con el teléfono frente a él.
Me pongo de pie, él toma el celular en sus manos, lo mira con el ceño fruncido, hasta que ve lo que yo, es ahí cuando cierra los ojos y traga.
-En ese momento yo no importaba, ¿cierto? Te importaba ella, creo que aún lo sigue haciendo.
-Yo puedo explicarlo...
-No hace falta, creo que nos desviamos o yo me devié de lo que se supone en un principio era esto. Un simple acuerdo de negocios.
-Camila, por favor déjame hablar...
-No, creo que una imagen dice más que mil palabras.
Su teléfoni sonó, una voz sonó automáticamente, la de su asistente diciendo:
-Señor Gutiérrez, la señorita Carolina Oyola se encuentra aquí ¿la hago pasar?
Al escuchar esas palabras mi pecho se aprieta, Rhett me mira sabe que me iré, doy un paso atrás y él da uno hacia adelante.
-Escúchame...-sus ojos parecen desesperados, pero ¿cómo creerle?
-Hablamos en casa, ahora mismo tienes algo importante que atender.
Doy media vuelta y salgo con paso firme de la oficina, al caminar por el pasillo la veo sentada esperando, esperando por ver al esposo de otra, un hombre al que ella rechazó, un idiota y ella la idiota mayor.

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