02. fingiendo elegancia

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—Despierta ya —escucho decir a una voz ronca.

—¡Vete al diablo! —contestó con voz baja todavía con mis ojos cerrados. No los quiero abrir y ver la triste realidad que estoy viviendo. En eso siento como agarra mi brazo y me suspende para arriba y yo por la impresión, grito —. ¡Eres un maldito miserable!

—A la otra has caso, y no pasará.

Resulta que me quedé dormida, terminé llorando por mi miserable vida que al final solo cerré mis ojos y el sueño hizo que desapareciera por unos momento de esta vida.

—Ya levántate, te tienes que bañar y arreglar —dice el miserable esté.

Lo único que hago es hacer caso porque no tengo más remedio que aceptar esto por que no veo una salida, no quiero que me golpeen o algo parecido.

—Aquí te dejo la ropa y trata de bañarte rápido, una mujer va a venir a maquillarte y todo eso que necesitas.

Yo solo decido no contestar y hacer lo que él dice. Me adentro a donde parece ser el baño, y déjenme decirles que para ser unos narcotraficantes de mujeres si que tiene estilo, el baño es hermoso y moderno, sin pensarlo velozmente me meto a la ducha y solo siento el agua tibia recorrer mi cuerpo, mi mente empieza a recordar todo y mis ojos se ponen llorosos, no quiero desanimarme más pero en momentos como este se me hace casi imposible no hacerlo.

Solo espero que él señor ese que me va a llevar a saber donde, no sea un abusador porque sinceramente no veo como correr he irme de aquí lo único que me queda es tener fé en que todo va a salir no tan mal. Detengo la regadera, me coloco la toalla y salgo, veo que el hombre que vino a dejarme la ropa está sentado en la cama.

Me detengo.

—¿Y ahora que es lo que quieres? —digo tajante.

—Me pareces muy bella y pensé que podríamos jugar un rato —analizo sus palabras y eso no suena bien.

—¡¿A que te referís?!

—Ven te lo voy a mostrar —dice y comienza a desabotonar y a bajarse el ziper del pantalón.

—¡¿Qué rayos haces?! —digo alterada.

—Como te dije solo quiero jugar, aún tenemos tiempo —se me acerca y yo solo trato de meterme al baño de vuelta pero éste me sostiene del brazo y me jala, quedando pegada a él.

—¡Por favor sueltame! —digo.

—Tranquila será rápido, hasta pueda que lo disfrutes —dice con una sonrisa siniestra y en eso le escupo en la cara.

—¡En tu sueños maldito! —espeto.

En eso me tira al suelo y se me abalanza, me quita la toalla de una estocada y yo solo forcejeó para soltarme —. ¡Sueltame maldito!

El Hijo del Jeque ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora