Isis se encontraba sentada en su trono, dentro del templo donde se encargaba de dirigir, aconsejar y resolver disputas de otros dioses. Había salido de sus aposentos para tomarse un momento de respiro y admirar el lugar que le recordaba a su primer hogar como diosa en Egipto.
Ser reina era un trabajo pesado, era verdad, pero era algo que la reina hacía con gusto ya que había tomado un gran cariño a todos sus dioses y quería verlos prosperar y cumplir sus tareas sin problemas. Era algo que la satisfacía y que también llenaba el vacío que la muerte de su esposo, Osiris, había dejado.
Suspiró con pesadez al recordarlo y miró al techo, esperando que él la escuchara donde fuera que estuviera.
—Osiris, las cosas son más difíciles sin ti... Estoy preocupada, no sé qué haré con el entrenamiento de Iris; es necesario pero tengo miedo de exponerla al peligro y que le suceda algo como... —Hizo una pausa, bajando la mirada— como lo que te sucedió a ti... —Isis se levantó de su lugar, frotándose el rostro con una mano. Era notorio su cansancio—. Osiris, estoy preocupada, ¿qué se supone que debería hacer ahora? Sólo yo sé los siguientes lugares a donde debe ir y por lo tanto sólo yo puedo llevarla... pero tampoco quiero abandonar a mi gente... ¡Agh, maldición!
La mujer gruñó, agitando sus brazos para intentar calmarse. Cerró sus dorados ojos con fuerza y se cruzó de brazos, esperando el beso en su frente, el abrazo reconfortante y las palabras que siempre le daba Osiris:
"Arriba, mi reina. Todo estará bien y si no, lo solucionaremos... juntos"
Pero nada de eso llegó y la mujer soltó otro pesado y nostálgico suspiro.
Se quedó en silencio unos largos segundos y abrió los ojos al sentir algo extraño en el ambiente, como si la temperatura hubiera bajado considerablemente y el olor nauseabundo de un muerto hubiese llenado el templo; sus nervios la alertaron de un intruso dentro del palacio. No estaba sola como había creído todo ese tiempo.
—¿Quién está ahí? —Preguntó con voz firme, haciendo aparecer una espada curva con ayuda de su magia. No recibió respuesta—. Hice una pregunta y te ordeno que la respondas.
De nuevo sólo hubo silencio y cuando Isis iba a volver a demandar una respuesta, una risa femenina irrumpió en el lugar haciendo eco en cada esquina.
—Ha sido más lenta de lo que pensé que sería, majestad. Hasta llegué a creer que la podría asesinar sin tener que enfrentarla... su magia sí que se ha deteriorado con los años.
—¿Qué? —Isis no bajaba su guardia, atenta a todos los lados de donde pudieran atacar—, ¿quién rayos eres y de qué demonios hablas?
—Ay, majestad... En realidad dudo que me conozca, Oráculo hizo muy bien en mantenerme escondida, casi como un cuento de su invención que nunca ocurrió.
La voz parecía provenir de todos lados por culpa del eco, y por más que Isis buscara con la mirada no lograba encontrar a la mujer que hablaba. Ponía todos sus sentidos atentos a cualquier mínimo movimiento, sonido, sombra o lo que fuera que le diera la ubicación de esa extraña mujer.
—Pero creo que es un buen momento para presentarnos, ¿no es verdad?
—Muéstrate, cobarde.
La mujer desconocida volvió a reír entre las sombras. Isis apretó con más fuerza el arma entre sus dedos.
—Reina Isis, no debería describirse a sí misma de esa forma.
Un destello casi imperceptible salió de una esquina e Isis tuvo que bloquearlo con ayuda de su espada; cuando la espada bloqueo el ataque otro vino de atrás y la diosa tuvo que evitarlo con magia. Lo que la atacaba era algo parecido a tentáculos de un material viscoso y negro que dejaba caer al suelo gotas de aquel líquido.
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Era de la mitología.
FantasyLa historia ha cambiado con cada paso que da el ser humano; a veces manteniendo la verdad, a veces siendo transformada para la conveniencia de algunos, a veces desapareciendo para siempre de la eternidad. Algunas veces las hazañas se conservan duran...