Veinticuatro; Lía

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La familia de Nick era como la mía. Relajada, agradable, un poco loca y con sentido del humor, por eso, me sentí como en casa. Ha sido uno de los mejores viajes que he hecho.

Nick había sido parte de esta aventura y estaba agradecida por todos los lugares que me enseñó. A sus hermanos les caí bien, para ellos era la novia de Nick aunque le dijimos cien veces que no lo éramos.

Su madre, una mujer con cincuenta años liberal, agradable y familiar. Me había aceptado en su casa como si fuese una hija a más durante esos días que pasé allí.

Estuve visitando la ciudad, haciendo de cenar con su madre, acompañando a los chicos al colegio y besándo a Nick cuando teníamos un momento a solas.

Ahora, estoy en el bar con el Coronel Kevin mirándome con una sonrisa divertida.

— Te has quemado la cara.

— Más bien todo el cuerpo.

— ¿Has ido a la playa?

— Sí, he estado de viaje.

— Me lo dijo tu compañera, tu chico se va a Iraq, ¿no?

— Somos amigos.

— No entiendo esa relación de amigos —arruga un poco su nariz y me encojo de hombros.

— Son cosas modernas de ahora.

— ¿Me estás llamando viejo? —Alza una de sus espesas cejas.

— Puede que sí —le sonrío y salgo de la barra para recoger algunas mesas.

Estoy quemada del bar. Me duelen los hombros por la acumulación de estrés  y cada vez me duelen más las piernas. Mi sonrisa sigue intacta pero ya es cansada.

Vuelvo a la barra y meto todas las cosas en el lavavajillas.

— Hoy hay poca gente.

— Y lo agradezco.

— ¿No te han venido bien las vacaciones?

— Sí, pero tengo cansancio acumulado. El estrés se me acumula en los hombros y no lo soporto. Además, seguro que tengo una contractura.

—Deja que lo vea.

— ¿Sabes quitarlas? —Pregunto rodeando la barra.

— Podría.

Me pongo de espaldas a él y sus manos se ponen en mis hombros. Sus pulgares aprietan y jadeo. Voy a separarme pero él no me deja.

— Tienes una aquí —vuelve a apretar y me quejo.

— No quiero que me la quites, ya se quitará sola.

— ¿Seguro? —Masajea mis hombros suavemente.

Sus grandes manos ocupan mis hombros y me doy cuenta que necesito un masaje urgente.

Tengo que separarme de él porque alguien entra y veo a Luke. Él me saluda con un asentimiento de cabeza y sé que debo ponerle una cerveza. Desde que fue a casa de Nick cuando yo estaba allí, siempre viene, se sienta en el lugar más alejado de la barra y me pide unas cuantas cervezas.

No sé lo que le pasa, y tampoco he intentado hablar con él porque no tengo la confianza suficiente.

— Te ha llegado el trabajo —murmura Kevin.

— Eso creo.

Me meto tras la barra mientras Kevin deja el dinero en la barra y se despide. Pongo un botellin de cerveza frente a Luke y me apoyo en la barra.

Goodnight and go (Disponible en Dreame)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora