Emilio traga saliva con rudeza, sin parar de mirarme de ese modo que refleja miedo y no entiendo la razón por la que se vea de tal modo. Supongo que él nos cree lo suficientemente rotos e inestables que incluso unos dibujos desaparecidos pueden hacernos caer, pelear, pero no es así. No hemos pasado por tantas cosas como para dejar que las cosas se vayan al infierno por garabatos hechos en busca de soportar las horas muertas o dejar de estar aburrido en clase. No estamos tan desconectados para pelear aunque me muera de vergüenza, aunque estoy consciente que en otras circunstancias habría deseado que la Tierra me tragara y me escupiera en China por ser atrapado con dibujos sobre él. Ahora, ya no tanto. Porque de pronto me sentía muy confiado a su lado, y estaba listo para hacerlo sentirse así también estando conmigo.
—¿Te enojarás conmigo por haberlos robado?—me preguntó, luciendo especialmente avergonzado. Los rizos le cobren el ojo derecho al mirarme cabizbajo, pero alcanzo a descubrir el color rosa que se ha esparcido por sus mejillas.
Bufo suavemente y muevo la cabeza de lado a lado para hacerle saber que no será así. Entonces, Emilio parece relajarse en su sitio, levantando un poco más la cara pero sin dejar de mirarme por debajo de sus pestañas, como lo haría un pequeño niño después de hacer una travesura y haber sido atrapado en el proceso. Y mi corazón se enternece con esa imagen.
»¿Seguro?—Emilio parece necesitar saber que estoy hablando en serio, mientras mueve uno de sus pies en círculos con excesiva lentitud, ocultando sus manos detrás de su espalda. Asiento con una sonrisa—, ¿muy, muy, muy seguro?
—Ven aquí—tomé de la mano de Emilio para moverlo hacia adelante y arrastrarlo hasta la cama. Él entonces se dejó guiar. Ahora luce confundido, pero no tiene mucho tiempo para preguntar porque he hecho que nos sentemos en la cama, conmigo detrás de él, inclinándome contra la pared y con él entre las piernas. Lo envuelvo entre mis brazos y Emilio se acomodan en mi pecho de modo que pueda recargar su cabeza en mi cuello. Actuar de este modo con él se siente más natural de lo que esperé jamás. Comencé a jugar con su cabello, a mover mis dedos entre sus mechones rizados, y él sólo se sonroja mirándome en una posición que no parece muy cómoda. Pero es sólo eso lo que logra que prácticamente me derrita allí—: Te amo, ¿bien? Nada puede cambiar eso—susurré al oído de Emilio, y se dejó hacer. Removiéndose sobre mí para voltearse y juntar su pecho contra el mío, acomoda sus piernas sobre las mías y me abraza con todas sus fuerzas mientras esconde su lindo rostro entre mi hombro y mi mandíbula. Y si no me derritió antes con su gesto, ahora era seguro que sí lo había hecho. En la posición en la que estamos, no puedo ver la cara de Emilio, pero sé que él lo prefiere así.
Comienzo a sentir mi cuerpo cortado, quizás es el resfriado que tanto le advertí o sólo es la sensación provocada por mis nervios. Aún así, sin importar realmente cual es la razón por la que mi cabeza y mi cuerpo entero duela, la pequeña burbuja que se ha formado con Emilio hace que nada duela tanto, que hace que todo se mueva más lento.
—Quiero que me escuches—me dice bajito, aferrándose a mí como si tuviera miedo de que fuera a desaparecer y volverme cenizas al siguiente segundo, como si tuviera miedo de lo que podría venir después—, incluso si tienes ganas de interrumpirme, no lo hagas, ¿bien?
—Okay— dije con suavidad.
Emilio tomó respiraciones largas, intentando calmarse. Una vez que termina, sé que comenzará a hablar y puedo sentir un nudo en mi estómago solo por los nervios que empiezo a experimentar.
—Joaco—hace una pausa para suspirar—, ay Dios, ni siquiera sé como empezar con esto.
Intenté entonces separarlo, para mirarle a los ojos y poder transmitirle la fuerza y la tranquilidad que necesitaba. Pero de pronto, cuando estaba por intentarlo, él me abrazó con tanta fuerza que no sabía que era posible, dejando claro que no iba a dejar que lo moviera de donde estaba.
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IMPOSSIBLE, emiliaco.
FanfictionJoaquín se ha enamorado de Aristóteles Córcega, ¿el problema?: es que él no existe. Y Emilio está ahí para recordárselo.