LXVII. El Príncipe

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Dorne

El príncipe Doran Martell dejó que Ricazo, su senescal ciego, alzase la copa y propusiese el brindis.

—Damas y caballeros, bebamos a la salud de la princesa Mellario Nymeros Martell y de su esposo, Lord Lorean de las Casas Reyne y Lothston.

Los sirvientes se habían empezado a mover entre los invitados mientras el senescal hablaba, llenando las copas con las jarras que llevaban. El vino era uno fuerte de Dorne, oscuro como la sangre y dulce como la venganza. Lorean bebió dos copas llenas, mientras que la novia le dio un sorbito a la suya y luego hizo un gesto de asco que la llevó a devolver el líquido de la boca.

La fiesta continuó hasta altas horas de la noche. Se sirvieron siete platos en honor a los siete dioses, pidiendo las siete bendiciones para la próxima campaña. La sopa era de huevos y limones, y había pimientos largos y verdes rellenos de queso y cebollas. Había pastel de cerezas, capones glaseados con miel y un pez gato tan grande que tuvieron que llevarlo a la mesa entre cuatro sirvientes. Después vino un sabroso estofado de serpiente, con trozos de siete tipos diferentes de serpientes cocidos a fuego lento con pimientos dragón y naranjas.

La princesa Mellario había empezado a bostezar apenas sirvieron el pastel, para el final del banquete, tenía los ojos cerrados y la cabeza apoyada sobre la mesa.
El príncipe Doran lo notó, se agarró a las ruedas de su silla y las empujó hasta salir de su mesa.

—Mis señores...—hablaba suave como un Septón, pero en cuanto abrió la boca todos guardaron silencio— Ha sido todo un placer tenerlos aquí para celebrar la boda de mi hija. Pero toda buena fiesta, debe llegar a su fin.

Los comensales entendieron la orden que les daba su príncipe. Tan pronto como dejó de hablar, comenzaron a retirarse, la mayoría tambaleante por el licor. Un hombre muy alto se puso de pie abrazando a su joven acompañante y gritó a toda voz que esa noche cogerían como nunca.

«La mayoría de estas personas va a coger esta noche.»  Pensó Lorean.

Volteó a ver a su esposa, la niña sonreía entre sueños y balbuceaba algo sobre frutas confitadas. Sintió una pizca de lástima por ella.

«Haría mejor pareja con Harwyn, los dos tienen casi la misma edad.» Se maldijo por recordar en el mocoso. Porque pensar en él era pensar en su madre.

Cuando el salón se quedó libre de invitados, la Septa de Mellario ayudó a la pequeña princesa a despertarse, le limpió la baba de las mejillas y la llevó a su habitación.

—Creo que también buscaré una habitación en donde descansar —le dijo Lorean al príncipe Doran.

—No. —replicó.

La vieja Ellyn estaba parada junto a la silla del Martell, le dedicó una sonrisa a su sobrino.

—Eres parte de mi familia ahora —siguió Doran— Tenemos planes de que hablar, ven conmigo.

Una preciosa mujer morena se unió a ellos, Lorean la reconoció como la amante de Oberyn Martell. Aún recordaba la forma horrible en la que chilló cuando La Montaña le reventó la cabeza al  príncipe.

—Lady Ellaria —le hizo una reverencia.

—Príncipe... —respondió la mujer— ¿Supongo que ahora debo llamarlo así, verdad?

—No. Prefiero ser un Lord.

—¡Ah, un Lord! Que modesto —rió.

Ellaria empujó la silla de ruedas del príncipe Doran por el pasillo, desde el salón de fiestas de Sunspear hasta su dormitorio. Areo Hotah, el capitán de los guardias venían tras ellos, junto a la vieja Ellyn y a tres de las ocho serpientes de arena, las hijas bastardas del príncipe Oberyn. Lorean las conocía sólo de nombre: Obara, la mayor, de uñas oscuras y cuero hendido, tenía ojos muy juntos, enfadados y pelo marrón como el de una rata; Nymeria, lánguida, elegante, de piel olivacea, con el pelo atado en una trenza con hilo rojo y dorado; y Tyene, morena de ojos verdosos, una niña-mujer, de dulces manos y pequeñas sonrisas.

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora