Odisea de Clanes | Volumen 1 - Primera Odisea en Ineria

Capítulo 1 (Parte 2): Jon Journey

En el dojo se encontraban Ringo Journey, su esposa Nora y su hija de dieciséis años, Yuriko. Ringo era el tío de Jon y el hombre de la casa, tenía cincuenta y cuatro años. Como hermano mayor del padre de Jon, se había encargado de criarlo como un hijo desde que este lo abandonó. Ringo se encargó de volver a Jon un maestro en artes marciales, principalmente en la especialidad heredada por sus ancestros orientales, los padres del abuelo paterno de Jon. Era un hombre alto, de contextura delgada pero tonificada. Poseía un cuerpo de gran flexibilidad, el pelo blanco y algo corto, y una actitud serena y relajada. No era un amante de la violencia y, a diferencia de Jon, rara vez se mostraba agresivo, como en situaciones que involucraban a los gánsteres dónde brotaba la furia que llevaba acumulando durante años. Ringo creía que Jon había heredado de su abuelo esa actitud impulsiva ante la violencia, aunque luego de su agitada adolescencia logró paulatinamente, a través de estrictos entrenamientos físicos y mentales, que Jon tenga mayor control sobre sus emociones e impulsos. 

Nora era la esposa de Ringo, convivía con él desde hacía unos quince años, ella tenía cuarenta y seis. Era una mujer madura, de pelo corto castaño, baja estatura y anchas caderas, aunque delgada. Su hija Yuriko se le parecía mucho. Anteriormente se desempeñaba como ama de casa y ayudaba con las tareas del dojo, pero desde que tenían problemas económicos había comenzado a desarrollar un negocio independiente de preparación y venta de pasteles y comida casera, el cual tenía bastante éxito. Era una mujer seria, responsable y amable, pero de carácter fuerte.

Yuriko era la hija de Nora y Ringo, su nombre de origen oriental se debía a la bisabuela paterna de Ringo que provenía del Lejano Oriente. Era bonita a pesar de que solía mostrarse seria todo el tiempo, tenía el pelo negro corto y ojos negros. Era una chica de fuerte carácter, introvertida, aunque orgullosa y de grandes convicciones. También era una estudiante avanzada de artes marciales en el dojo; poseía un fuerte sentido de justicia y su meta era trabajar en el dojo como maestra, entrenando a jóvenes prometedores. A pesar de ser alguien muy comprensiva y amable, no tenía muchos amigos debido a que los chicos de su clase le temían por su fuerza, ya que una vez había dejado inconscientes a dos chicos que la molestaban. Las chicas la veían como alguien complicada, le temían e incluso algunas la envidiaban, pero a pesar de ello tenía unas pocas amigas cercanas.

Los tres se encontraban en fila, arrodillados y con las manos atadas detrás de su espalda. Detrás de cada uno de ellos había un soldato del Clan Lavilia. También había dos en la entrada del lado interno, mientras que del lado externo se ubicaba el hombre que Jon había visto desde su motocicleta.

Enfrente de las tres víctimas se encontraban Benito Benassi, un alto rango de la familia, y Aldo Ventola, un asesino de la organización. En este caso, Benito era el superior de entre estos hombres. Se trataba de un hombre de unos cincuenta, de estatura media-baja, elegante, refinado, calmado y serio, aunque solía hablar en tono sarcástico. Tenía el pelo corto castaño, peinado hacia atrás como la mayoría de los gánsteres en el clan. Aldo, por su parte, era un hombre de unos treinta y cinco, bastante alto, de rostro inexpresivo y actitud reservada. Al igual que Benito, mantenía una apariencia elegante y refinada, pero también desprendía una fuerte aura asesina.

—Parece que hemos llegado a una situación complicada —dijo Benito.

—Aún es muy pronto para esto —respondía Ringo.

Benito prosiguió.

—Como decía, se ha adelantado el pago del tributo por ciertas circunstancias, así que no tienes opciones esta vez, Ringo. Si no puedes pagar nos llevaremos a la chica.

Yuriko, que desde hacía un rato intentaba inútilmente contener sus lágrimas, miraba el suelo fijamente apretando los dientes. Nora se encontraba muda de la desesperación, aunque estaba boquiabierta no le salían palabras. Ringo, que se encontraba cabizbajo, alzó el rostro y clavó una mirada de odio en Benito.