Capítulo 8

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Me tomó poco tiempo recoger la ropa de Damián y volver junto a él. Era un verdadero fastidio tener que hacer el camino de ida y vuelta cuando había cosas más importantes de las cuales ocuparme, como el asqueroso cadáver que quería revisar.

“¿Qué clase de idiota se transforma antes de desnudarse?”

Al llegar al bosque lo encontré a los pies del cadavérico cuerpo decapitado; parecía observarlo, pero su mirada estaba perdida como si estuviera muy lejos.

—Eso fue rápido —tan concentrado estaba que no me escuchó llegar y se sorprendió al verme. Era sigilosa al caminar, pero supuse que captaría mi aroma apenas me acercara.

—Tus porquerías —me puse a su par y empujé contra su pecho la bolsa de papel donde metí las prendas que recogí en su cuarto.

Se llevó la bolsa sin pronunciar palabra y la arrojó a un lado para transformarse de nuevo, siempre con la mirada fija en el supuesto vampiro. Esa maldita expresión que cargaba comenzaba a molestarme, la había visto en mi comida cuando se resignaba a morir y no me agradaba que estuviera plasmada en el rostro de mi lobuno compañero.

Volví mi atención a los restos, un aullido resonó a mi espalda haciendome saber que Damián estaba llamando al resto de la manada; podía apostar mi vida, sin miedo a perder,  a que conocía a los idiotas. Me incliné para observar a la criatura más de cerca, la cabeza se encontraba a unos dos metros de donde estábamos, así que solo podía a registrar el cuerpo por el momento. Recordé que tenía las manos en los bolsillos de la sudadera y eso me resultaba demasiado extraño.

—¿Qué estabas ocultando? —murmuré, poniéndome de cuclillas para acercarme.

Aparté la mano que tenía sobre el estómago y revisé el interior del bolsillo sin asco. La mayoría de mis victimas solían dejar salir todo el contenido de su vejiga e intestinos gracias al dolor que les provocaba, así que no hallaba repugnancia al manipular los restos de esa criatura.

—¿Qué haces? —Damián me agarró de la muñeca derecha con fuerza—. Princesa, esta cosa aún es peligrosa.

Lo recorrí con la mirada, llevaba la camiseta gris en la mano izquierda, solo eso necesitaba para estar completamente vestido. Realmente deseaba que se cubriera sus magníficos pectorales, tenerlo tan cerca con su piel llamándome para que la tocara no me ayudaba a pensar con claridad.

—Por favor, ¿Qué va a hacer? —rodé los ojos— ¿Levantarse y comenzar a bailar?

—Es en serio, no estoy completamente seguro de que sea un vampiro.

Cuando iba a preguntar a qué se refería se escucharon unos crujidos detrás de nosotros, ambos giramos el rostro para ver como el imbécil de Darién y su grupo de idiotas se acercaban.

Mi mano continuó requisando los bolsillos con disimulo hasta que mis dedos se toparon con lo que parecía ser un trozo papel, lo tomé y con ligereza lo metí en el bolsillo trasero de mi pantalón, a la vez que me ponía de pie.

—¿Qué hace ella aquí? —Darién me encaró con porte amenazante.

Para mi suerte el grupo se encontraba en su forma humana, de haberlos visto desnudo no habría podido contener la risa y ello desencadenaría en una riña bastante jodida, pero como necesitaba de unos perros guardianes que mantuvieran a los vampiros que me daban cazan a raya decidí que era mejor molestarlo sólo un poco.

—No es de tu puta incumbencia —me crucé de brazos y levanté el rostro desafiándolo.

—Ten cuidado, bonita. No creas que cuentas con protección solo porque Damián se divierte con tu culo —sonrió con malicia—. Antes de ti, probó miles y en cuanto se canse te cambiará.

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