» Perfect disaster

O2; Kim Namjoon

❝Cuando el sol se alzaba en su punto más alto a las doce y tantos minutos, Kim Namjoon soltaba un quejido asqueroso removiéndose con cansancio. Solía preguntarse por qué sus párpados debían ser tan finos, pues aunque la luz que les atravesaba desde la ventana era mínima, a sus descuidados ojos parecía cegadora.

- Nota mental, comprar cortinas- se decía cada vez, pero jamás lo hacía.

Entonces levantaba la cabeza de sus brazos y hacía el esfuerzo de mirar a su alrededor, con los lagrimales repletos de lagañas y un río de saliva adornando su mejilla. Era normal para él quedarse dormido sobre su escritorio mientras escribía, como si noche tras noche sus cafés surtieran menos efecto y tuviese que prepararlos más fuertes, aunque no supiera si su estómago podría soportarlo ya. Más bien, necesitaba dormir adecuadamente, pero eso para él era simplemente un imposible.

Luego de espabilarse, se ponía de pie frotando su rostro, cerrando sus cuadernos y lamentando haberlos babeado. Entonces, con pasos pesados y el cuidado suficiente para no tropezar con el desorden hasta la puerta de su habitación, se dirigía hacia el cuarto de baño de la residencia, cruzándose con otros universitarios internados en el camino y saludándolos con poca energía.

Kim Namjoon, al verse al espejo cada mañana, tenía la costumbre de dirigirse mentalmente un cumplido descarado y sarcástico. Se dedicaba alguna linda palabra a sí mismo a pesar de saber bien que su apariencia no coincidía con el cumplido, pero es que tampoco era el tipo de persona que se preocupara por eso de verdad, de hecho, estaba muy abajo en su lista de prioridades. Y era que no necesitaba una piel perfecta para escribir buenas canciones, facciones dignas de realeza para divertirse con sus colegas ni las mejores de las prendas para estar a gusto consigo mismo. Se limitaba a aceptar y apreciar lo que tenía.

Habría sido una cualidad admirable de no ser porque lo llevaba a hacer de sí mismo un verdadero espanto. Porque para ser sinceros, había veces en que ni siquiera lavaba sus dientes al despertar, olía su ropa y si aún no le causaba arcadas volvía a ponérsela, y usaba gorros para poder esquivar el tener que peinarse. Tenía ojeras permanentes, andares desprolijos y ropa desalineada. Sumado a un aspecto deplorable, no tenía problema alguno con caminar descalzo por toda la residencia, revolver sus bebidas con su dedo en vez de una cuchara y desparramarse en cualquier sitio con tal de dormir un rato extra. Era capaz de gastar sus pobres ahorros en comida rápida y dulces debido a algún antojo, casi nunca cumplía con sus obligaciones, y llegó al extremo de adelantar el reloj para llegar a tiempo al trabajo, pues parecía que su cerebro estaba programado para hacerlo llegar cada noche con cinco minutos de retraso.

No era únicamente por la cuestión de vivir solo; siempre había sido así de terrible. Durante la adolescencia, había hecho más bien poco por volverse atractivo en busca de alguien con quien salir, enfocándose unicamente en sus intereses y pasando no solo de sus posibles amoríos, sino también de sus responsabilidades. Se había convertido en el mayor fracaso de sus padres, holgazán y despreocupado en sus estudios, focalizado en un futuro utópico y fantasioso que no le sería rentable en la vida real.

Desde sus inicios, no había sido más que un revoltijo de tinta, cafeína en sangre y sueños infantiles que no le llevarían a ningún lugar:

Kim Namjoon quería hacer música.

Había concluido la escuela secundaria con un año de retraso, y por esos tiempos nadie habría imaginado que alguien como él podría hacer algo útil consigo mismo. Sus padres sabían a la perfección lo que querían para su futuro laboral, pero sentían constante decepción puesto que Namjoon era completamente inservible para los planes que ellos le habían organizado. Ni con la mejor de las suertes podría formarse en una buena universidad para especializarse en ello, lo cual resultaba ser el fin del mundo.