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Capítulo veintiuno:

Al llegar de la secundaria, extrañamente mis padres se encontraban sentados en la sala de estar, ambos con pijamas de seda (ridículo) y viendo sus teléfonos.

Carraspee.

—Oh, hola cariño. —Madeline despegó la vista de su celular, ignorando mi expresión ligeramente molesta.

—¿Qué hacen aquí tan temprano?

Deje mi mochila en un mueble y escuché ligeros ruidos en la cocina.

—Oh, nos tomamos un pequeño descanso antes de hoy en la noche, tenemos una fiesta muy importante, es la inauguración de uno de los hoteles de un amigo de la familia, así que todos debemos asistir. Prepara un vestido hermoso y cancela los planes de esta noche, nos divertiremos.

Casi me atraganto en mi propia saliva. ¿Ven a lo que me refiero?

—Pero no tengo ningún...

—Si tienes, un diseñador famoso me ha regalado unos cuantos vestidos de tu talla en el viaje a Tokio del mes pasado. Los quería guardar para dártelos en tu cumpleaños, pero la situación lo requiere. Están en mi habitación. —suspiré. Un poco de mejor humor por aquel improvisado regalo me dirigí a la cocina, para encontrarme con Nancy.

Nancy era la mujer que de vez en cuando se encargaba de limpiar, cocinar y lavar en casa. Al menos una vez al mes viene y hace todos los quehaceres, dejando todo impecable.

Le sonreí.

—Hola Nancy. —me acerqué a abrazarla. Desde que tengo memoria ella trabaja con nosotros.

—Oh, ¡Olivia! Hola. —la mujer de estatura mediana y aspecto latino me abrazó de puntillas. Su acento mexicano me sacó una sonrisa y el olor a carne asada se coló por mis fosas nasales.

Aspiré profundamente.

—Huele delicioso.

—Estoy haciendo tacos de carne. Tus favoritos. —su sonrisa llena de cariño me llenó de nostalgia y casi me saca un pequeño llanto. —¿Y tu hermano? Quiero ver que tan grande está. Cada vez que vengo esta más alto.

Mi sonrisa hace el intento de borrarse, pero la mantengo.

—Hoy tiene entrenamiento de tarde, así que no podrá venir.

Le dije, recordando que la tutoría de hoy debió ser pospuesta debido al entrenamiento sorpresa. Suspiré.

—Entiendo, pues anda, ve a cambiarte que ya casi está listo.

Me empujó fuera de la cocina y reí.

—Está bien, ya vuelvo.

Subí las escaleras hasta mi habitación y me senté sobre la cama. Mi teléfono vibró.

-"Hemos decidido que si no juegas con nosotros, no juegas con nadie."

-"Esto a penas comienza, Gorda Oli."

Un malestar se instaló en mi pecho. Ese era el apodo que los niños usaban cuando me hacían bullying. ¿Cómo puede saberlo?

Recordé las palabras de Jayden: si alguno de ellos les escribe o los contacta, díganlo, sabemos que no quieren hablar precisamente.

No contesté, solamente archivé el chat y corrí al baño. Esas dos palabras me habían traído un revoltijo en el estómago, no quería volver a esos tiempos, no quería.

No quiero ser la Gorda Oli, no quiero serlo.

La bilis subió por mi tráquea y me obligué a no hacer ruido mientras vomitaba sentada en el piso de mi baño.

23:15 [LHC #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora