Víctimas

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Abrazado por el calor de una ventisca metálica araba la tierra con su humanidad restante. Los zumbidos de sus oídos eran más continuos que el mismo tiempo; quien se ocupaba de detener en el aire partes no específicas de sus hermanos de armas; tras una explosión que, por el momento, solo pasó a saludarlo de cerca. A él ese estallido le dijo buenos días, a sus compañeros les dijo hasta nunca.

                No habrá tumbas para ellos, no habrá cruces de piedras o madera sobre donde colocar sus cascos. La madre tierra se los tragará, en ese mismo barro que los convertía en sopa. La memoria imitará ese verbo solo para sentirse incluida. No importaba cuantas oraciones por ellos se elevaran hacia ninguna parte. Su destino estaba escrito con sangre, sobre una hoja de papel mojado que se escupió, se borroneó con el codo, se maldijo y se quemó en la hoguera de lo ínfimo.

                Las balas ya no le dolían. Su cuerpo nació con agujeros, uno más o uno menos no harían diferencia. Lo que si le quemaba los huesos era saber todo lo que estaba perdiendo. Eso le golpeaba la nuca como una guillotina desafilada ex profeso.

                Su avanzar se interrumpió con el avanzar de su enemigo, que a solo unos metros de distancia temblaba igual que él. Sosteniendo su arma como si fuera su alma. Se extrañaron al ver su apariencia humana, ya que siempre les dijeron que los del otro lado eran monstruos. Sus miedos extrajeron sus espadas de sus vainas para definir cuál era el más fuerte. El terror de asesinar a alguien estuvo cerca de vencer, pero el temor a lo desconocido era más escandaloso. Y no hay nada más desconocido que la propia muerte.

                Trueno bifurcado al unísono y ambos al mismo tiempo saborearon la sabiduría. Demasiado tarde, como siempre, se dieron cuenta que toda esa valentía que cargaban no los transformaba en héroes, sino en cadáveres. 

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