A Auckland. Jimin se llevó una gran sorpresa, pero intentó esconder la decepción que se acababa de llevar.
—Claro. ¿Nos duchamos primero? El asintió.
—¿Tienes un cuarto de baño de invitados?
—Claro —le dijo él, sintiendo la punzada de la decepción una vez más. ¿Por qué lo mantenía a raya? ¿Acaso estaba más interesado en ir a un restaurante que en estar con él? A lo mejor la relación tocaba a su fin.
Jimin se decidió a hacer todo lo que estuviera en su mano para evitarlo. El se detuvo a contemplar una de sus esculturas de madera.
—Qué bonita. Una ola de placer recorrió las venas de Jimin.
—¿Te importa? Él sacudió la cabeza y entonces el deslizó las puntas de los dedos sobre la suave madera. Miró a su alrededor y vio otras esculturas como un hermoso frutero tallado.
—Tú los has hecho —contempló los dibujos tallados en la madera del frutero—. Son muy buenos.
—No lo son —él se echó a reír—. Solía trabajar la madera. Lo heredé de mi abuelo. Su abuelo era un gran carpintero, capaz de hacer cualquier cosa con la madera. A Sienna le había hecho pequeñas muñecas con ramitas y palitos. Jimin llevaba mucho tiempo sin hacer nada, pero no había nada más relajante que tomar un pedacito de belleza natural y convertirlo en otra cosa. Pero él no era más que un aficionado. Jungkook, en cambio, era toda un profesional. Sus dedos acariciaron la madera y entonces se apartaron de el bruscamente.
Jungkook agarró su bolso de viaje y fue al cuarto de baño. Una vez allí se echó un poco de agua en la cara. La realidad lo había golpeado con contundencia. No quería estar allí. Todas aquellas conquistas, como Carolina... Los celos bullían en su interior. Se desenredó el pelo con su cepillo. Se había despeinado un poco durante el viaje en coche, pero la brisa no había ahuyentado sus malos pensamientos.
Al entrar en aquel magnífico apartamento el suelo se había abierto bajo sus pies. Él era un amante del arte, un coleccionista serio. Y el no era más que una aficionado.
No se conformaba con ser menos que el mejor, pero sus cuadros dejaban mucho que desear. Él debía de haberse reído mucho de el. Se metió en la ducha y trató de sacar fuerzas de donde no había. Sabía que él era un playboy; siempre lo había sabido. Había habido muchas y el se había convertido en el siguiente de la lista. Lo único que podía hacer era aprovechar aquella experiencia al máximo, recomponer su maltrecho corazón y seguir adelante.
Se puso una camiseta ancha de satén de finos tirantes que no admitía nada a la imaginación y trató de no pensar en cómo le sentaría a Carolina. Entonces se puso unas braguitas elegantes y se miró en el espejo. Si realmente hubiera sido como esas otras chicas, se las habría quitado y habría salido sin ropa interior, pero el sólo podía hacerlo en casa. Se puso algo de maquillaje, un poco de acondicionador en el cabello y levantó la barbilla ante el hombre que lo observaba desde el otro lado del espejo. Tenía que hacer frente a sus propios miedos... Al volver al salón su decisión empezó a quebrarse.
Aquel apartamento olía a soltero empedernido y era difícil imaginar cuántas mujeres y hombres habrían pasado por él antes que el. Jungkook contempló el sofá.
Era lo bastante grande como para tumbarse en él y, además, parecía muy cómodo. Amargado y frustrado, Jungkook miró las pinturas que estaban en las paredes, pero eso lo hizo sentirse aún peor. Él había visto sus cuadros de principiante, que no se podían comparar con las soberbias obras que decoraban su casa. Una ola de vergüenza recorrió el cuerpo de Jungkook. El día, que había empezado tan bien, se estaba convirtiendo en una pesadilla.
ESTÁS LEYENDO
Una tentadora propuesta | Jikook
Storie d'amoreSinopsis: De la noche a la mañana, perdió la cabeza por el hombre de sus sueños... Park JiMin era un millonario que trabajaba mucho y arriesgaba mucho, a diferencia de Jeon Jungkook, su antiguo vecino, un joven correcto y estirado. Asfixiado por un...