12. BRAZALETE

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El verano llegó más rápido de lo que muchos imaginaron, trayendo a su vez las tan esperadas vacaciones. Leah no quería salir de su casa durante ese cómodo mes, pues solo quería dormir y escribir algunas historias en las que se había atrasado demasiado; sin embargo, ella tenía un plan completamente opuesto al de su madre para esos días. Sin avisar, realizó una compra de boletos de avión para ir a La Paz, Baja California Sur, donde vivía una amiga suya de la universidad con su familia y se organizó para su estadía allá durante una semana entera. Sí, una semana no era mucho a comparación de las cuatro o cinco que tendrían todas las vacaciones en total; pero Leah era demasiado perezosa y sedentaria, como para salir tan lejos... Sin mencionar que, muy en su interior, le daban un poco de pánico los aviones. ¿Y si fallaban los motores o algo así? Podía pasar una tragedia.

Sin la opción de no ir, Leah tuvo que acompañar a su mamá a la fuerza al viaje. No fue tan malo, en realidad: conoció playas hermosas, nadó con lobos marinos, se subió en lanchas para ir de un lugar a otro, fue al museo de la ballena, -le bajó la presión en el museo de la ballena-, comió helado en el puesto que conocían como "El mejor del estado" y, por supuesto, comió unos deliciosos tacos de camarón con salsa chipotle. ¿Por qué hay que mencionar esto, si solo es un platillo sencillo? Simplemente porque eran tan buenos que valen la pena mencionarlos... Habría disfrutado más, tal vez, si no hubiese ido con una actitud tan pesimista durante la mayoría de los recorridos.

Con un par de ahorros que llevaba y de dinero extra que su abuela y su tía le dieron, Leah compró toda clase de recuerdos para sus amigas y para ella (libretas, pulseras...). Sabiendo que su amistad aún no se arreglaba del todo, aun así decidió comprar un bonito brazalete para Amy; no planeaba arreglar todo con un simple regalo, pero fue imposible no pensar en ella al ver el dije en forma de cola de tiburón que llevaba. Ella era un adorable tiburoncito, mientras que Leah era un delfín; la actual Amy sabrá a lo que se refiere esto.

En fin, las vacaciones pasaron rápido para todos y la hora de ingresar a un nuevo ciclo escolar había llegado. María José se había mudado a otro estado, dejando a Leah con el presentimiento de que, gracias a eso, la escasa interacción que tenía con el resto desaparecería; y así fue, en efecto, pero no le afectó tanto. Atenas a veces hablaba con ella en las mañanas, Ismael seguía en su grupo, Alex seguía siendo novio de Ana y, bueno... Con el resto se podría decir que apenas y hablaron una o dos veces en todo el año.

Un día Amy se había acercado con notorio nerviosismo a Leah y a Sídney, preguntando si podía volver a juntarse con ellas como antes. Las jóvenes aceptaron sin ningún problema; aunque a Leah le diera miedo que aquellos visibles celos volvieran a activarse dentro de ella e hicieran que la azabache se alejara indefinidamente de su vida.

Las reuniones entre ellas volvieron a realizarse, incluyendo a Berenice. Esta última la mayoría de los viernes las invitaba a pasar la tarde en el patio de su departamento y, después, iban a comprar algunas frituras o refrescos a la tienda que estaba cruzando la calle. Leah aprendió que Amy no sabía cruzar la calle y que era como una niña pequeña en ese aspecto, cosa que se le hacía sumamente adorable.

Una de las cosas que más echa de menos la Leah actual eran esas reuniones tan tontas. Recuerda cómo Amy siempre iba vestida con su típica ropa oscura (ya que le encantaba verla así), la risa estruendosa de Berenice, la preocupación de Sídney las veces en las que iba, los bombones gigantes que le compraban siempre, al gato de la casa dormido o jugando con Amy, las bromas raras de Berenice, las tardes en las que bailaba junto a la azabache... Son cosas que valen la pena recordar con una enorme sonrisa.

Hablando en específico sobre los ensayos que llevaban a cabo Amy y Leah en ese patio, no supieron cuándo comenzaron en específico. Solo encontraron vídeos donde les creaban coreografías a algunas de sus canciones favoritas de un grupo japonés que les gustaba oír de vez en cuando y las ensayaron por su cuenta, percatándose de cómo terminaban escogiendo la pareja de la otra.

Si una era el profesor, la otra era el alumno; si Leah era el chico de azabache, Amy hacía del chico rubio. Se complementaban sin darse cuenta y, en efecto, eso le encantaba a la castaña. Le gustaba demasiado ser la otra mitad de su amiga.

Un día, para poder combinar su ropa con la de los chicos de los vídeos, decidieron comprar vestidos de moda lolita. Amy compró el que Leah había escogido, dándoselo como regalo de cumpleaños para ese año.

—Tiene unas manchitas en el cuello. No sabía que era de segunda mano... —Advirtió con cierto desánimo la azabache, pero a Leah le importó muy poco. No se veían y no pasaba nada de malo. El vestido era hermoso, aunque algo corto para el largo de sus piernas.

—Claro. No te preocupes. Gracias por avisarme.

Cuando se lo puso por primera vez, ambas jóvenes contemplaron la realidad del conjunto. En efecto, era corto para la castaña; pero le quedaba bien del resto del cuerpo.

—Es raro que de las mangas me quede grande y de largo pequeño, ¿no? —Comentó en ese momento Leah, señalando las mangas con cierta confusión.

—Sí... Algo...

Durante las siguientes ocasiones en las que Amy veía a Leah usar aquel vestido, agradecía por una parte que siempre llevara consigo un short de licra debajo; pero dejaba muy poco a la imaginación pues hasta el borde del mismo era más largo que la prenda principal. No sabía si sentirse feliz y satisfecha al saber que le había encantado o mal por descubrirse a sí misma mirando de vez en cuando las piernas desnudas de su amiga.

Algo estaba muy claro: ese vestido era un peligro.

Ninguna de las dos eran precisamente el estereotipo latino de una mujer con curvas, pero eso no impidió en ningún momento el que aquellas miradas a veces se descubriesen. Mientras Amy lidiaba con eso, Leah ya lo había hecho todo primer año cuando les tocó cambiarse juntas antes de entrar a clases de deportes.

«Ya he preparado mis "Buenos Días."
Mi cabello también ya está, ¡ok!
Este viernes voy a esforzarme el doble,
Ya que no podré el fin de semana verte.

8:00 am ya son, ya casi llegué al
Segundo vagón, allí sueles estar.
Las personas que viajan siempre
Van dormidas, siempre es igual.

8:07 son ya, la puerta se abrió,
De repente ya no puedo respirar.
Todas las palabras que había
Pensado, No te pude decir.

Algo simple es lo que preciso
Para hablarte, me falta más valor.
Sé que usamos el mismo uniforme,
Pero aún no te puedo hablar.

Sigo practicando esos "Buenos Días"
Trato de ser aún más positiva.
Tengo que esforzarme aún más el viernes,
O este será otro fin de semana largo.

Friday's Good Morning
-HoneyWorks.»

ENTRE SECRETOS Y ANHELOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora