Camina

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Camina. Caminar. Simplemente no hacer otra cosa. Centrar todos los sentidos en solo caminar...

No puedo parar de andar. No puedo variar la velocidad a la que camino. No siento nada.

Es como si no fuese dueña de mi cuerpo, como si fuese una marioneta a la que están controlando.

Un aliento caliente e incómodo me roza la nuca y me persigue durante todo el camino por un pasillo, al principio borroso, que a medida que pasa el tiempo va siendo cada vez más nítido.

Solo son dos paredes contiguas sin final.

Al aliento le acompañan unas pisadas que avanzan pesadamente detrás de mí.

Solo se escucha la madera del suelo crujir bajo los pasos y las hojas de los árboles chocar unas contra otras a través de las ventanas de las paredes oscuras del pasillo.

Pasan un par de agonizantes minutos en los que solo ando, solo sigo ordenes dictadas al parecer por el sujeto que me sigue.

Cada zancada que doy es más amplia que la anterior, tanto que podría decir que estoy corriendo, y a la vez que yo, las pisadas del ya nombrado sujeto, también avanzan.

Veo una puerta al final del pasillo, a unos cincuenta metros.

Justo cuando estoy a varios metros de la puerta me tropiezo con una losa que esta mal colocada y tiene una esquina elevada, se podría decir que buscando exactamente ese resultado.

No me puedo levantar, mi cuerpo no reacciona. Solo puedo abrir y cerrar los ojos, y decido dejarlos cerrados.

Las pisadas se acercan y se escuchan cada vez más rápidas, a una velocidad demasiado exagerada, demasiado rápida para poder ser una persona.

De repente todo para. No se escucha nada.

Ni las pisadas, ni la madera crujir, ni las hojas chocando.

Nada.

Espero un par de segundos hasta que decido abrir los ojos.

Me cuesta darme cuenta de que estoy en una habitación totalmente oscura en la que difícilmente se pueden ver los objetos y muebles que la llenan.

Solo alumbra la rojiza luz del reloj de mesa que marca las 3:00 am.

CaminaWhere stories live. Discover now