EL OTRO YO

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                       Parte 2

   Durante lo que se había prolongado su entrenamiento, aprendió a movilizarse sigilosamente, a desplazarse sin ser descubierta, pues contaba con flexibilidad y visión nocturna, sus largas extremidades le permitían treparse a donde fuere y, si era necesario, caer más liviana que una pluma. Como si estuviera caminando por el sendero amarillo, iba tras los pasos de la máscara. Aprovechando la ocasión e intentando pasar desapercibida, les pidió indicaciones turísticas a un matrimonio que, al igual que ella, solo estaban de paso, y, mientras, le indicaban la dirección señalada, no quitaba sus pupilas de la máscara blanca; fue en ese preciso instante cuando se percató de que aquel enmascarado estaba siguiendo, a su vez, a una joven. Haciendo caso omiso a las dos personas que intentaban, tras ademanes, hacerse entender, debido a que se trataba de extranjeros, agradeció el esfuerzo y la información brindada, que de hecho no necesitaba, y aceleró la marcha. La joven, quien parecía no darse cuenta de lo que ocurría, caminaba a contracorriente de la muchedumbre que se avecinaba y, el enmascarado, firme, por detrás. Agatha abrió sus ojos de par en par al notar que quien llevaba la máscara parecía flotar, sus pies no tocaban el suelo, ni siquiera podían distinguirse al estar totalmente cubiertos por una túnica. "Genial, tendré que trabajar en vacaciones" pensó; así que desechando la idea de aminorar la marcha, Agatha se abrió paso entre la multitud sin importarle ,siquiera, el sigilo tan bien desempeñado durante su persecusión. La víctima advirtió, de pronto, que la seguían, y la máscara, por consiguiente, consciente de ello, aceleró la marcha para alcanzar a la jovencita que ya corría, en lugar de caminar. Y así fue como, entre personas que iban y venían, su objetivo se alejó, pues la chica y el enmascarado se habían perdido de su panorama visual. Sin desesperar y con paciencia, rasgo que la caracterizaba, siguió el camino que consideraba correcto, lo que estaba buscando en realidad, era un pasadizo, alguna callecita que se abriera entre los bulevares. "Los extraños cazan a solas", así los llamaba, los extraños, para referirse a aquellos seres que coexisten y conviven en esta, nuestra realidad
—Perdón, no tengo tiempo —Le respondió a uno de los tantos vendedores que transitaban.
"Nunca te rindas", frase, quizá trillada, pero extremadamente esperanzadora, a la cual había empleado desde que se convirtió en detective, la paciencia, la seguridad, la perspicacia y la constancia eran virtudes esenciales para desempeñar dicho rol. Con ambas manos en los bolsillos de su chaqueta roja de jean, a paso ligero pero firme, fue capaz de agudizar su vista felina y... "¡Te encontré!".
     Un estrecho caminito de adoquines, desembocaba en un callejón sin salida y, contra la pared, la jovencita, atónita, expectante, debilitada por un haz de luz que salía de los ojos negros de la máscara puntiaguda, Agatha, sin pensarlo y con su rostro imperturbable, sacó las uñas, siempre afiladas, y apoyó su pata en la pared, a la cual comenzó a llevarla en descenso provocando el más agudo y ensordecedor chillido, el cual pareció molestar en demasía al misterioso enmascarado, quien, tras una fugaz mirada a quien echó a perder su plan, huyó de la escena levitando. La joven, por su parte, se desvaneció.

—Ani, necesito tu ayuda.

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Agatha: detective paranormalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora