CAPÍTULO 12

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Capítulo 12| La Suma Del Secreto

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—Alto. —ordene. El auto se detuvo abruptamente.

Me incliné hacia adelante, entre los dos asientos delanteros. Había visto a tiempo a los gemelos salir de la hermandad. Los reconocí rápido por su gran estatura e igualdad, además, el auto que los esperaba, tenía una matrícula dorada que incluso a la distancia resaltaba el logo de nuestra familia.

A través de la fuerte lluvia, los veía subir al auto. Su chofer guardó los paraguas que les sostuvo todo el tiempo, y justo cuando estaba por entrar al auto, miró hacia nosotros.

El chofer de los gemelos se mantuvo muy quieto mirándonos.

En el instante me di cuenta del nerviosismo que manifestó el chofer de Austin.

Lo miré, presintiendo que haría algo. Me angustió más que el chofer de los gemelos siguiera parado bajo la lluvia, mirándonos muy fijamente. Y cuando menos lo esperé, el fuerte sonido del claxon resonó con poder.

Mi mirada rápidamente cayó al volante, donde el chofer alejaba la mano después de lo que ya había hecho.

No me sorprendió que los gemelos comenzaran a salir del auto. Fui testigo de como su chofer les habló y ellos de inmediato miraron hacia mí.

Cerré los ojos con fuerza, me controlaba para no agarrar la cabeza del que me delató y golpearla en el volante hasta reventársela. Era cierto que mi tolerancia era escasa y mi agresividad progresiva; sin embargo, mi racionalidad todavía servía.

¿Qué esperaba? Se trataba del chofer de Austin. El error fue mío por no haber tenido más en cuenta semejante defecto.

—No dejes que te vuelva a ver. —se lo advertí con mucho resentimiento.

Sin ver su reacción o esperar escucharlo decir algo, salí del auto.

La lluvia se apoderó de todo mi cuerpo. Ignoré a los gemelos acercarse a paso rápido con su chofer sosteniéndoles el paraguas a cada uno.

Caminé con la cabeza en alto, soportando el frio infernal que era estar bajo tremenda lluvia. Sin duda, una tortura.

—Acri... ¿Qué te ha pasado? —preguntó el gemelo sin corbata, apenas llegando hasta mí. Le arrebató bruscamente el paraguas a su chofer y lo sostuvo sobre mí.

No dejé de caminar. Agradecí en mi interior que haya sido gentil al protegerme de la lluvia sin importarle mojarse en mi lugar. Claro, no pude evitar mirar con enojo a su chofer, quien rápidamente bajó la mirada.

—Acaso... —El gemelo con corbata, se paró frente a mí, deteniéndome. —¿Austin te hizo algo? —Fue totalmente inesperado oír semejante pregunta.

Lo había preguntado con alarmante seguridad, mirando el auto del que salí.

No pude evitar manifestar una sonrisa ladeada, mirando a los gemelos compartir un mismo sentimiento: Desconfianza.

En serio creían que él podría dañarme. Estaban seguros que había estado en peligro. No me había dado cuenta que su preocupación sobrepasaba un límite muy peligroso. Ellos ya habían elegido desconfiar del mismísimo Austin ¡por mí!. Estaban prácticamente culpándolo de hacerme daño sin yo siquiera mencionar una palabra.

Fue inevitable no pensar en un cuestionable pasado de Austin. Si los gemelos se mostraron tan alarmados, sólo significaba que Austin tenía antecedentes que sólo ellos conocían. Algo que sin duda debía ser muy malo.

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