Capítulo 4: Un mar de flores.

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Asher Thorn.
9 de noviembre, 2019.
Sábado.

Tal vez no nos sentíamos completos rodeados de tanto amor.

Me encontraba parado frente al bar Mon Soleil. Era sábado, 6:03 pm. Vi entrar y salir a varias personas extravagantes de edad avanzada. Parecían residir en los departamentos sobre el lugar. Unos eran músicos, otros bebedores, y algunos jóvenes que sólo se detenían a tomar fotografías de la calle.

Hace una semana había obtenido el trabajo. Me tomé un rato para analizar la situación. No era totalmente de mi agrado, y probablemente había entrado en algo que hubiera estado mejor alejado. Ya había tomado riesgos así, pero mientras investigaba más sobre lo "nuevo" supe que era una equivocación grande.

Esa semana fue de reflexión. Ya estaba cansado y debía ser cortado. Pero no tenía nada de malo hacerlo una última vez, me dije. Era igual que un adicto a las drogas.

"Malgré un destin difficile, je suis, je reste toujours optimiste. La vie m'a appris qu'avec le temps, le progrès l'emporte toujours. C'est long, c'est lent, mais en définitive, je fais confiance", una cita que yo siempre repetía frente a los demás, que Asher Thorn siempre usaba. Pero no podía sentirla.

Mi nariz estaba colorada a causa del tiempo que llevaba ahí afuera con el frío, ardiendo. Metí unos chicles a mi boca, pensando en la necesidad de masticar algo en vez de que mis dientes temblaran. Me reservé los comentarios, y entré al lugar, respirando la música.

—¡Es Asher Thorn! —el viejo del saxofón dirigió la vista de los demás a mí.

—Bienvenido de nuevo, Asher.

Volteé a ver a Adam con hostilidad, limpiaba la barra y su cabello se movía de un lado a otro con él. No olvidaba el regaño que ese joven me había dado.

Mi rostro se aclaró cuando vi a Rebecca sentada, bebiendo el mismo champán de la semana pasada.

—¿Bourbon whisky?

—Por supuesto.

Tomé asiento, rogando por no comenzar a estornudar como salvaje. Ella no siempre tuvo un problema con los gérmenes. Comenzó a limpiar cada rincón a los 13 años, la época en la que también comenzó a cazar.

—¿Qué tal la semana, Asher? —noté un poco de burla en su tono—. Hoy no hueles a alcohol o sexo, pero tienes grandes ojeras.

—Tú no puedes hablar de mis párpados —rechisté.

Pareció morderse la lengua por mi comentario, avergonzada de sus arrugas.

—¿Tienen alguna historia interesante para mí esta tarde? —Adam nos interrumpió.

Era un bartender, su trabajo era convivir con los clientes. Para mí era normal, pero Rebecca se mostraba indispuesta a hablar con él. Ella siempre parecía notar cosas que yo no, eso me causaba conflictos.

Decidí ser el primero en hablar.

—Yo tengo unas letras coloridas. Deberían sacar unos pañuelos, porque esto se pondrá sentimental.

—Lo dudo mucho. —Susurró ella, neutralmente.

Mis padres me adoraron desde el momento en que nací, pero esos cristales donde se reflejaba su cariño y supuesto amor fueron cayendo uno por uno, hasta que la adoración se tornó en temor y los cristales eran irreparables. Nunca supe que había hecho mal, pero de pronto comencé a ser un desastre.

Las flores más bellas se dejan marchitar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora