Capítulo 5: El arco.

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Rebecca Stone.
16 de noviembre, 2019.
Sábado.

No, sólo estábamos enfermos pero aún no lo sabíamos.

Estaba recostada en el césped, dejándome colorear por el verde de las hojas debajo de mis brazos. Mis ojos se encontraron con el algodón de azúcar en el cielo reflejando con esplendor figuras graciosas. Me molestó no poder encontrarles una forma clara y precisa, sólo eran expresivas, como los trazos locos de algún pintor.

Estaba por cumplir 14 años, y ya me había aburrido de jugar a esconder cosas.

¿Alguna vez te has sentido desesperado del silencio? La monotonía era una pesadilla que rascaba lentamente, hasta hacerme sangrar las uñas.

—Tío, ¿quién era Jeanne d'Arc?

Elevé mis ojos hacia mi frente, dirigiéndome a él. Era un hombre que le hacía honor a la palabra "varonil" y "aventurero". Un Dumont que había escogido viajar por el mundo antes que ser encerrado en la jaula de números de la familia.

Se detuvo al escuchar mi pregunta, apartando la vista del blanco.

—Una forma de expresión para los campesinos. Una simple y talentosa mujer, que aunque carecía de experiencia, peleó por lo que merecía ella y su pueblo.

—Eso suena bien para mí.

—Eres Irina Dumont, princesa. Ya eres inteligente, así que haz algo en grande y haz feliz a los portadores del apellido, pero siempre pon en primer lugar tu felicidad. Si tú no lo haces, nadie lo hará.

La brisa cargó el aroma de los azahares en el patio y las hortensias, obligándome a cerrar los ojos nuevamente para respirar con claridad. El sol estaba presente, pero no era intenso. Aún recuerdo ese día de manera de sensorial.

—Irina, cuando al arquero estira la cuerda, pone su alma en la flecha y se conecta con todos sus sentidos —su voz cantarina volvió.

Supe que estaba apuntando al blanco, así que volví a observarlo para no perderme su famoso tiro.

—Cuando la flecha es lanzada, todo el esfuerzo aplicado pierde razón de ser. Sólo queda esperar el resultado, mientras el aire te acaricia y consuela. No sabrás la respuesta hasta que la veas. Y no debes paralizarte si has fallado, puedes volver a intentarlo si el blanco sigue ahí.

—¿Por eso te gusta practicar arquería, tío?

Dejó ir la flecha, dando en el blanco.

—Me encanta —suspiró, bajando sus brazos—. Es algo hermoso: como la flecha para llegar lejos primero debe ser arrastrada hacia atrás.

Tal vez el tío Francois trataba de darme una lección valiosa sobre la vida, pero yo aprendí otra. Si pudiera leer mis pensamientos, seguramente me habría llamado "psicópata" en ese momento.

El tiro que dejas ir no debe ser a la suerte, debe ser con precisión. No es un blanco solamente, es una cacería. No tienes otra oportunidad en la vida para disparar. Y es cierto, para que una flecha llegue lejos debe ser tirada hacia atrás, y mientras se encuentra ahí, entonces debes cazarla para que no llegue a ninguna parte.

Las flores más bellas se dejan marchitar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora