26. DOOMI

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Se comenzó a hacer costumbre que, después de una reunión, ambas amigas conversaran hasta tarde apenas llegaran a sus respectivos hogares. Charlaban de lo rápido que avanzaba el tiempo cuando estaban juntas, de lo que sentían cuando una hacía tal cosa, de lo especial que fue la tarde, sobre algún recuerdo que tuvieron durante esas horas, mencionaban más canciones que les recordaban a la otra, decían las salidas que tendrían con su familia entre cada reunión, contaban los sueños que querían cumplir con la otra, confesaban que en algunos momentos le tomaban fotos a la contraria, se hacían promesas...

Un día, Leah, su mamá y su abuela decidieron llevar a Luis Omar, su primo menor, al zoológico por segunda vez. A lo largo del trayecto, a la joven no le importó que sus datos se acabaran pues iba demasiado feliz hablando con su Ratoncito, prometiéndole que le compraría cosas de recuerdo. ¡Y vaya que lo hizo! Tras haberle mandado muchas fotos de los animales que se encontraba (haciéndole sentir que estaba en una clase se cita), compró unos cuantos objetos bonitos para ambas: unos collares con un frasquito colgante que decía "Eternal Love" en su etiqueta y unos llaveros en forma de tiburón que compartirían; una era tan delfín, que la otra era tiburón, sí. También, cuando fueron a otra tienda, le compró una pequeña lámpara que cambiaba de color.

Amy: ¡Aún me da miedo la oscuridad!

Aún a la Amy actual le pasa eso. ¿Verdad que es demasiado tierno?

Para la siguiente reunión, la castaña le llevó esos obsequios junto a un relato de Evan y Dominick que narraba un poco su situación actual. En esa ocasión, Fanny y Diana también asistieron; pero ambas llegaron una hora después que ellas. Leah quería pasar un tiempo a solas con Amy para darle sus regalos.

—¡Vamos a sentarnos por aquí! Anda, anda. —Sentándose frente a unos puestos de comida, Leah condujo a su amiga hacia el primer lugar vacío y lejano que encontró.

—¿Notaste que todos se nos quedaron viendo? —Preguntó en un susurro la joven. Era algo casi imposible, cuando ambas llevaban cabello corto, en especial Amy, quien también llevaba un estilo algo masculino que le hacía ver realmente bien.

—Ah, ¿sí...? Bah. Bueno, no importa. ¡Abre tus regalos!

—Me da mucha pena, Leah...

—Ábrelos.

Con las mejillas hinchadas, la joven echó un vistazo al interior de la bolsa naranja y rió al encontrar la pequeña lámpara; posteriormente, colgó el llavero en su pequeña mochila y se puso el collar. Leah la imitó y esperó a que leyera la historia en su cabeza.

—Me da mucha vergüenza... —Oyó a Amy murmurar, mientras se notaba cómo se ponía más nerviosa por sus acciones y gestos. La contraria sonrió un poco, perdiéndose en ella. No sabía cómo era posible enamorarse más cada día y sentir cómo cada momento se volvía más y más importante.

Estuvieron dando vueltas un rato hasta que el resto de sus amigas llegaron, irrumpiendo la calma interna de Leah y poniéndola un poco nerviosa. Compraron boletos para la siguiente función de una película que tanto quería ver Amy y, bueno, la castaña solo le quería complacer esa tarde; era imposible negarse a su pequeña.

—¡Mira! ¡Qué lindos! —Dijo Leah, cogiendo unas gomas de borrar en forma de cocodrilo que no dudo en comprar para compartir de Amy. Posteriormente, compró una banda para el cabello con flores y unos abanicos azules de bolsillo, uno para ella y otro para la contraria. Sí, esa reunión fue comprar puras cosas en común.

Cuando todas decidieron entrar a comprar algo a la tienda principal comenzó el verdadero desorden: elegir vasos que combinaran para Amy y Leah, Diana tirando del carrito a Fanny, Fanny rompiendo los vasos y siendo llevada por el policía a que los pagara, ir por otros vasos iguales y, finalmente, la cereza del pastel, Amy quebrando accidentalmente el colgante nuevo de Leah.

ENTRE SECRETOS Y ANHELOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora