Capítulo 11: Agujero negro.

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Rebecca Stone.
28 de diciembre, 2019.
Sábado.

¿Aún crees en el deseo? ¿En ser algo más que tú mismo? Porque yo no lo entiendo, ya éramos todo y nos convertimos en nada, descendiendo en el agujero negro que tragaba todo, inclusive la luz.

¿Para qué vivimos?
¿Por qué existimos y que sentido tenemos? ¿Qué sueños no cumpliremos y que metas nunca realizaremos?

¿Por qué no me siento viva?

No, no podía culpar a mi infancia ni a mi adolescencia. La relación con mis padres era normal, y sin incidentes. Ambos se amaban y mi hermano me apreciaba. Tenía talento, era inteligente, y las personas a mi alrededor parecían adorarme. Me aterraba que todo eso cambiara si yo me mostraba como era en realidad. Así que me fui desvaneciendo en silencio, hasta convertirme en recuerdos degradados.

Hundiéndome lentamente en falsedad hasta que las burbujas de aire pararon de brotar, y los pulmones fueron llenos de propias mentiras que ni si quiera reconocía. La fiebre me había contaminado por completo, pero la enfermedad había llegado conmigo al mundo.

Me formé como un agujero negro, concentrado de masa elevada y densa creando un campo aterrador tal que ninguna partícula material, ni si quiera la luz o la vida humana, podía escapar de mí. Después de aquel momento, esa pesadilla que me mataba como la radiación dió inicio:

Caí de rodillas, haciéndome sangrar. Mis dedos rozaban las plantas, tratando de sostener algo con vida.

Nunca me había ensuciado de esa manera ni había reído tan felizmente.

Es una broma. Es una broma. Es una broma. Es una broma. Es una broma, ¿cierto?

Me sentí asquerosa y exhausta. Mi respiración era irregular, y tenía el corazón en la boca y un nudo en el estómago. Pensé que alguien me estrujaba fuertemente el corazón. Una bruja contándome el tiempo para arrancármelo y llevarlo a su colección apodada: El mundo triste de la enfermedad humana.

Mi risa parecía fusionarse melódicamente con la de Jean, quien respiraba aceleradamente volteando los ojos. Pensé que entendíamos a la perfección ese sentimiento.

Un sourire coûte moins cher que l'électricité, mais donne autant de lumière. —Bromeó con esa hermosa frase, mostrándome sus pensamientos.

—Abate Pierre, ¿eh? Buena elección de palabras —mi mirada fijó su curso nuevamente en la chica deforme y sin estética—. ¿Quién era ella?

—Ni idea. No recuerdo su cara.

—Y si no recuerdas un rostro, deja de existir para ti y su valor es perdido —murmuré.

No tuve emociones después de eso, el estado de miseria se apropió de mí. La chica no me inspiró nada, pues ya estaba tan rota y no tenía remedio. Me sentí tan seca y enferma de todo lo que estaba relacionado con respirar en esta vida, la muerte fue un deseo anhelado de la estrella más cercana flotando en el río del universo.

—¿Y si nos mantenemos afuera? El frío no nos matará. —Me ofreció Asher, deteniendo mis manos antes de entrar a Mon Soleil.

No, el frío no lo hará. La mano fría del rostro cálido y boca seductora es la que ataca, Thorn.

Me detuve frente a él, viéndolo directamente a los ojos, esperando su reacción preocupante, pero no mostró ni una. Acerqué mi rostro para verle mejor.

Las flores más bellas se dejan marchitar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora