Rebecca Stone.
1 de enero, 2020.
Miércoles.No tiene caso querer creer ni lamentarse cuando ya estamos marchitos y destrozados por nuestras patéticas acciones.
Sabía que el pasado iba a cargar consecuencias en mi futuro cuando mi familia y los Faure le pagaron cantidades exhorbitantes a la familia Leblanc para callar el asesinato de Anna. Fuimos expulsados más tarde de la familia, con diferentes nombres y enviados a otros países, para no volvernos a encontrar y no despertar más dudas, dejando el desastre que uno niños ridículos causaron.
Terminé metiéndome en asuntos ajenos que pasaron a ser la razón por la que terminé encerrada, con las alas rotas y los ojos de fuera.
—El dinero será transferido mañana a las 7:30 am, horario local.
No podía parar, quería observar todas las reacciones con detenimiento, para devorar sus emociones y sentirlas en carne propia, sin importarme estar al rojo vivo.
—¡¿Qué hiciste qué?! ¿Invertiste 10.000 dólares en un negocio inexistente? ¡Ni si quiera sabías quien era ese tipo! ¡¿No sospechabas de su vestimenta?! ¡Debemos reportarlo, ahora!
Hace dos meses, supe que estaban buscándome, que querían cazarme. El accidente de mi hermano menor no era una coincidencia divertida. Estaba teniendo problemas con las investigaciones de un detective irritable que me rastreaba como halcón, pero tenía la sospecha de que no sólo era uno, podía haber incluso terceros. Todos me querían encerrar en una jaula donde me cortaran en pedazos, no podía bajar la guardia en ningún momento.
—Mató a 12 de los nuestros. ¡Ese maldito desgraciado mató a los nuestros! —puse mis manos frente a él, evitando su saliva—. Lo mataré con mis manos, lo mataré. Quiero con vida a ese hijo de perra para usarlo como puta.
El hombre gritaba con violencia. Sabía que involucrarme con la mafia sólo traería problemas, pero negarme me hubiera llevado a mi muerte absoluta, y si podía evitarlo entonces estaba bien.
—¡Quiero al puto Amapola vivo, LO QUIERO AHORA! —desgarró eufórico, sacudiendo su cabello lleno de sudor. Su traje lucía incómodo.
Miré a mis alrededores. Acorralada por hombres serios en la segunda planta alta del lugar. Retiré mi cubre bocas y levanté la capucha en estado de vigila. Intenté retirarme los guantes con la boca y respondí entre dientes:
—Lo cazaré por usted, señor Luve, y se lo traeré vivo en agonía para que pueda usarlo de retrete y puta.
Miércoles, 6:45 pm. Ese día me detuve en Mon Soleil con dosis de arsénico, una sonrisa neutra, y mi convencional abrigo. Entré notando lo silencioso del lugar, aterrada, pues no había música en vivo pero sí habían varios ancianos disfrutando unas bebidas.
Me deslicé por la barra con sumo silencio, saludando a uno de los viejos. Adam se sorprendió al momento de verme, y me regaló esa sonrisa que tanto me gustaba y a la vez detestaba.
—Señorita Stone, que placer tenerla el día de hoy. Feliz Año Nuevo —no mencionó lo inusual que era venir en miércoles—. ¿Una buena copa de champán?
—Feliz Año Nuevo. Una de champán y una de bourbon whisky.
Me miró saboreando las palabras, y rió de lado a lado cuando llegó a la conclusión sin más pruebas.
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Las flores más bellas se dejan marchitar.
Misterio / SuspensoMon Soleil es un pequeño bar en el sótano de unos viejos edificios, localizado en una estrecha calle del barrio francés en Luisiana, Nueva Orleans. Dos conocidos de la infancia, que también compartieron la adolescencia, se reencuentran en aquel luga...