Cuarenta y seis.

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Ruta definitiva.
Capítulo cuarenta y seis: Confianza.

En el castillo.

Todo estaba silencio, en algunos lugares se escuchaban los sollozos de las personas, los príncipes se consolaban aún unos a otros, y los reyes intentaban mantenerse firmes, tal como la primera vez...

Sora no estaba por ningún lado... Cloud tampoco, ni siquiera la parte de los guardias que se encargaban de cuidar a los príncipes del reino.

La orden se dio.

Vayan tras el príncipe Sora, y traigan de vuelta a ambos príncipes perdidos al castillo.

Misión aceptada.

En quién sabe donde.

Un chico castaño miraba tranquilamente a un muchacho que se negaba a soltar sus manos, aparentemente nervioso.

―Riku... necesito que te vayas.―

―No lo haré... ¿a qué te referías con "te amo"? ¿De dónde te conozco?―

―No lo hagas más difícil... te lo ruego... solo vete.―

Deberías hacer caso... te está regalando tu libertad niño.―

―Dime quién eres, por favor...―

―No puedo hacerlo, Riku... por favor... solo ve a casa...―

El albino se aferró con más fuerza a las pequeñas manos del chico, mirándolo detenidamente.

―Sora... eres Sora Leonhart...―

El castaño sonrió con nostalgia, asintiendo con la cabeza.

―Tú...―

―Lo siento... Riku...―

―No puedes... no puede ser cierto...―

―Esperaba que tardaras más en recordar, así tu corazón no se quebraría.― rió un poco.

―Sora... no puedes hacerme esto.―

El chico más pequeño se acercó, se soltó del agarre y lo abrazó con fuerza, sonriendo levemente.

―Sora... no te atrevas... no ahora que podemos estar juntos al fin.―

El chiquillo rió un poco, se puso de puntillas y atrajo con cuidado el rostro del más alto, besando sus labios con cuidado.

―Lo siento Riku...―

―Deja de disculparte... debe haber otro modo...―

―Ellos me quieren a mí... si me entrego, te dejarán en paz...―

―No, deja de hacer todo solo... confía en nosotros, te lo ruego...―

Ya es tarde para eso.― se burló el hombre.

Tiene razón... fue un error que cometí...―

Se comenzó a separar lentamente, sonriendo un poco.

Riku miró desconcertado como aquella sonrisa melancólica de Sora cambiaba a una más segura, aquella que solo había visto en los momentos donde él se encargaba de animarle.

De repente, todo el dolor de su pecho desapareció una vez más, apretó su ropa en aquella zona, sin entender qué ocurría exactamente.

Lo siguiente que vio fue como Sora se acercaba a aquel adulto que todo el tiempo los estuvo mirando únicamente a ellos dos, a penas haciendo comentarios cada cierto tiempo, pero sin distraerse una sola vez.

Un corazón perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora