Capítulo II

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En el sueño, Lyanna de encontraba sentada en el Arciano, el árbol corazón del Bosque de los Dioses, al lado de un cuervo que parecía mirar con muchísima decisión al bosque.

De pronto, una leona, con sus crías, pasó por ahí, tratando de cazar uno de los venados cuando un gran lobo, solitario, pero gigante que custodiaba al bosque se enfrentó a ella. Se evaluaron mutuamente... y comenzó una gran pelea.

Lyanna, a pesar de que se supone que debía sentir algo, se quedó casi estática viendo la pelea, hasta que escucho al lobo soltar un quejido antes de morir. La leona había cuidado a sus cachorros, era todo lo que le importaba y comenzaba a verse victoriosa después de tal enfrentamiento.

Y 6 lobos más aparecieron para vengar al Gran Lobo. Los cachorros de la leona murieron y también un par de lobos en el enfrentamiento. Entonces un gran rugido monstruoso y una ráfaga de viento distrajo a todos, incluida Lyanna, quien se encontró con la mirada del cuervo que la observaba fijamente y despertó.

Miraba alrededor de su habitación aún oscura. Solo recordaba al cuervo de su sueño. Fatigada, se levantó y se puso su ropa para entrenar, un traje de cuero y piel grueso pegado al cuerpo. Un traje de chico adaptado para que no le incomode sus pechos. Se puso una capa y salió al patio.

Unos cuantos empleados ya estaban levantados, moviéndose de un lado a otro y llevando cosas, saludándola con una sonrisa. Decidió ayudar a una doncella que trataba de trasladar un par de barriles de leche un par de manos se le adelantaron.

— Buen día mi Lady —descubrió la mirada brillante de Jon Snow que agarraba uno de los barriles con facilidad. Con una sonrisa llena de felicidad, Lyanna ayudo a la doncella, que soltaba palabras de agradecimiento, con el otro barril.

No hablaron demasiado, solo las habituales cortesías, en su camino a la cocina, donde todos los saludaron. A diferencia de los otros jóvenes Lores y Ladis del lugar, Lyanna y Jon tenían una estrecha relación con los ayudantes y empleados del castillo. Con una sonrisa cómplice, ambos jóvenes entraron a la torre rota, sentándose en el suelo, mirándose frente a frente.

— ¿Cómo dormiste? — la voz de Jon Snow suena familiar mientras toma su mano.

— No muy bien. Tuve... un sueño. No recuerdo mucho, pero desperté un poco alterada — Lyanna entrelazó sus dedos —. ¿tu?

— Bien. Pero te escuché caminar por el pasillo y decidí seguirte.

Con una sonrisa traviesa ella gateo hacia él.

— Gracias por cuidarme Jon Snow — hablo dulcemente la chica —, pero sabes que puedo cuidarme sola.

Con una carcajada, el chico que siempre andaba melancólico se acercó a ella y la atrajo hacia él, besándola con delicadeza.

Con el tiempo, los juegos y entrenamientos eran cada vez más íntimos entre los dos bastardos. Pronto se convirtieron en besos inocentes y después besos no tan inocentes, llegando a explorar el cuerpo del otro con avidez.

Jon la puso sobre él jalándola por la cintura. Ella con una risa se apartó y se acostó a su lado, enredando sus piernas.

— Mi dulce Jon, pronto amanecerá. Y tendremos que salir de aquí — Lyanna acariciaba la mejilla del chico —. Y quiero evitar más comentarios.

Los empleados del Castillo habían comenzado rumores sobre la nueva Lady y el bastardo, rumores que habían llegado a Lady Stark quien gritó y reprendió a los dos jóvenes, que negaron inmediatamente los rumores.

— Eres la única ¿sabes?

— ¿Qué?

— La única aparte de Sansa que no me ha pedido que no me una a la Guardia Nocturna —susurró acariciando su espalda —. ¿Por qué?

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