Look At Me [HyunIn]

OO1.

El sentido de la vista es el más desarrollado de los cinco sentidos que tenemos y, por ello, el más importante de todos. Esto se debe, en parte, a que vivimos en un mundo en el que históricamente se le ha dado prioridad a lo visual y a las imágenes.

No hay nada mejor que ver colores tan vivos en los hermosos días de primavera; las hojas anaranjadas o amarillas en otoño; la blanquecina nieve en invierno o las azules aguas del mar en verano. También el mirar a tus seres queridos o a la persona con la que quieres pasar el resto de tus días.

En caso de Yang JeongIn, no es así.

Nació con la discapacidad de ser ciego, su vida se basó en mirar todo su alrededor como una oscuridad sin fin. Gracias a ello, cuando el pequeño quiso ingresar a la guardería, muchos niños se alejaban de él como si fuera un fenómeno, murmurando cosas de él a sus espaldas; aunque el castaño no le tomaba mucha importancia al respecto, incluso era feliz estando solo e imaginar como era su alrededor, colores maravillosos y niños corriendo de aquí para allá.

En su adolescencia tampoco le tomó importancia, incluso tenía su pequeño grupo de amigos; Félix y SeungMin. JeongIn se sentía agradecido de aquellos chicos, siempre entrelazaban sus brazos con los de ellos y le hacían un recorrido por el establecimiento de manera diaria, describiendo todo a su alrededor para que el menor pudiera imaginárselo con un sonrisa en su rostro.

Yang nunca tuvo rencor con sí mismo o con Dios por haber venido al mundo en aquel estado. En realidad, se sentía mucho más que agradecido. Además de que puedo desarrollar mejor sus otros cuatro sentidos, aprendió a valorar más su vida.

El castaño al fin había cumplido su mayoría de edad y, con ello, también pudo ingresar a la Universidad. Su sueño siempre había sido ser un profesor de infantes, poder pintar con ellos, reír a carcajadas por chistes tan inofensivos e incluso disfrazarse de algún personaje ficticio sólo para que los niños sonrieran. Y estar en proceso de ello, hacía que este sintiera una felicidad inmensa.

Se había despertado por unas pequeñas pisadas que provenían desde el pasillo, seguido por su puerta que se había abierto de golpe, ya que era demasiado fácil de abrir. Su perro, HanKyun, se había subido a su cama sólo para lamer su rostro y molestarlo hasta despertar.

JeongIn liberó una pequeña risa, intentado quitar a su mejor amigo de encima suyo, pero el canino estaba demasiado juguetón.

—HanKyun~ —Como pudo, colocó sus manos en la cabeza del perro, el cual aún sacaba su lengua para darle besos al castaño. JeongIn se sentó en la cama mientras frotaba uno de sus ojos con su mano. Cuando el sueño se le había quitado por completo, acarició la cabeza del canino—. ¿Has dormido bien? —El perro ladró en respuesta—. Tomaré eso como un sí.

Luego de liberar una carcajada, se levantó para palmear suavemente su cama hasta llegar a la orilla, donde allí yacía su vestimenta lista para aquel día, todo gracias a su madre. Sonrió aún más al notar que se trataba de su jardinera y su sudadera favorita.

Una vez que estuvo listo completamente, tomó su bastón retráctil y, gracias a los Braille que estaban esparcidos por toda la casa, se pudo dirigir a la cocina, con HanKyun detrás de él, donde estaba su madre, la cual al momento de verlo depositó un beso en la mejilla del castaño.

—¿Cómo estás, cariño? —La mujer tomó el brazo de su hijo con suavidad hasta llegar a uno de los asientos del comedor. Cuando JeongIn se sentó, continuó—. ¿Estás emocionado por tu primer día?

—No sabes cuanto —Liberó un chillido para expresar su emoción. Su madre sonrió abiertamente, dejando un vaso de leche y tostadas frente a su hijo—. ¿Cómo estás vestida hoy?