_Patricia_ Capitulo 1

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Siempre he temido a las alturas, por más que lo intente y force una parte de mí a superarlo simplemente no lo consigo.
El cristal del puente en el que estoy parada, es tan transparente que puedo casi sentir  que estoy flotando.
Solo he avanzado una tercera parte de él y ya siento que mi corazón va a salir de mi pecho.
Las manos me comienzan a sudar y los bellos de mi cuerpo se erizan con cada paso que doy, por un momento considero el renunciar, dar la vuelta y regresar a esa zona segura, pero no lo hago.
En vez de eso, continúo tratando de mantener la mirada en el intenso cielo Azul.
El aire acompañado de una brisa fresca besa mis mejillas, inhalo y exhalo lo más tranquila que puedo, siento como mí cuerpo se tambalea tratando de buscar un equilibrio fallido, volteo hacia delante y veo un ave que reposa en el final del puente, cuando logro estabilizarme y detengo el paso, la observo y noto como ella me mira fijamente.
Sus intensos ojos rojos me hacen sentir un poco de miedo, no es tan común ver aves así, pero definitivamente está no es una ordinaria. Abre sus alas y da la impresión de ser gigante, parece medir casi lo mismo que yo.
Me quedo inmóvil, como petrificada.
Siento como mí corazón late cada vez más fuerte.
El ave emprende el vuelo y se dirige a toda velocidad hacia mí, yo no sé si correr hacia atrás o si tirarme al piso para que no consiga derribarme.
Cuando está a unos escasos metros de mí, intento retroceder lo más rápido que puedo, pero es inútil, el ave choca contra mí y me tira tan fuerte que hace que el cristal del puente se quiebre, mis ojos ven con temor hacia abajo, y por un momento dejo de sentir cosas, como si hubiera dejado de vivir, el cielo se obscurece tanto que siento como si me he quedado ciega.
Bajo el puente una luz comienza a brillar de manera tenue, como una pequeña tea entre las penumbras, poco a poco la luz se va intensificando de manera gradual hasta que en cuestión de segundos todo bajo el puente está iluminado.
Puedo observar toda la vegetación que se extiende debajo, veo los animales andar sobre los árboles y caminos que se dibujan entre las montañas, es curioso y a su vez escalofriante, presenciar la escena que está frente a mis ojos. Del puente hacia arriba todo es obscuridad, pero del puente hacia abajo todo parece tan hermoso.
El cristal del puente comienza a fracturarse cada vez  más, hasta que ya no puedo ver nada con claridad hacia abajo, solo la luz intensa, y de pronto el cristal se rompe en mil pedazos haciéndome caer, las sensaciones que recorren mi cuerpo son las mismas que se despiertan cuando uso elevadores, o cuando subo a la rueda de la fortuna, pero parece que voy cayendo demasiado lento, como Alicia a través de la madriguera del conejo, la caída parece no terminar, mientras caigo veo las miles de partículas de cristal rotas que chocan contra mí, al caer como yo.
Y cuando menos lo espero, llega el final.

Despierto agitada, tratando de recuperar el aliento, estoy bañada en sudor y siento un ardor en mis ojos por la cantidad de lágrimas que fluyen de mí.
Se acerca hacía mí una mujer rubia con una cicatriz en forma de L en su mejilla izquierda, está  vestida con un traje blanco,  ella me toma de los brazos mientras trata de tranquilizarme.
Poco a poco lo consigue, voy controlando la respiración y me voy sintiendo más estable.
-tranquila Patricia, todo va a estar bien, ya no hay nada de que temer.- Me dice, con serenidad en su voz.
Trato de regresar a mi realidad, intentando estabilizarme, y lo voy consiguiendo lo pronto que puedo.
Me siento un poco confundida, trato de reconocer el lugar, volteando a todas parte y entonces lo recuerdo.
Me levanto de la cama y camino lentamente hacia la ventana abarrotada, observo hacia abajo y leo las letras de la entrada.
"Centro psiquiátrico BELSEBÚ"
Retrocedo hacia mi cama dando traspiés hasta lograr sentarme.
La mujer se dirige nuevamente a mí con una sonrisa que se dibuja en su rostro.
-Es hoy Patricia, ha llegado el día-
Pienso en a qué se refiere con eso y después de meditarlo un poco lo comprendo.
Hoy es el día en que saldré de este lugar, por fin me dejaran libre.
Intento contener las lágrimas de la emoción que surge en mí, pero es inevitable.
Una segunda mujer de estatura alta  entra en la habitación, no parece tener más de 40 años, y a pesar de que su nariz está un poco torcida, es demasiado bella, atraviesa la habitación hasta llegar a mí y con una voz dulce me pregunta  si estoy lista.
Lo único que consigo decir es "Sí mamá, lo estoy, al fin lo estoy" y ambas rompemos a llorar.

Inexistente TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora