Solitary Hide

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La familia Pines, era el modelo de la familia perfecta, siempre pendientes de su pequeña y hermosa niña, Mabel Pines, de cabellos castaños y ojos chocolate, era una pequeña muy risueña que contagiaba a todos los presentes su alegría.

- En verdad que su pequeña es una preciosura – habló una de las vecinas mientras veían a la pareja pasear con la niña de ocho años por la calle.

- Pensar que nunca han querido tener más hijos – continuo otra.

- ¿No eran dos niños? – cuestionó una tercera pero las otras dos la miraron con confusión.

- no hemos visto nunca a ese otro niño, creo que no era hijo de ellos, tal vez un sobrino o algo pues siempre que hablamos solo mencionan a Mabel – respondió la primera mujer.

- ya veo, tal vez tengan razón, si de verdad tuvieran otro hijo hablarían de él y lo sacarían junto a su hermana – se corrigió la señora por su ignorancia.

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Pero la verdad era que dentro de la casa de la familia Pines un pequeño de también ocho años lloraba encerrado en su dormitorio. Una vez más lo habían olvidado dentro de esa casa. Siempre era lo mismo, muchas veces se preguntó si realmente existía pues su hermana al parecer era la única que notaba su presencia. Había tenido la esperanza de que aquel día fuera diferente, que lo notaran por fin y lo abrazarían.

'- ¿Por qué no pueden llevarme también? – se preguntó.

Alguna vez su madre lo habría abrazado con tanto cariño y su padre le habría dicho que le quería, pero había sido hace tanto que apenas recordaba esos momentos donde era uno más de los Pines.

- para ti papá y para ti mamá... no soy verdaderamente necesario – susurró entre sollozos abrazando sus menudas piernecitas, su cuerpo estaba medio desnutrido por la falta de alimento apropiado, muchas veces había tenido que comer solo pan ya que sus padres no le servían el almuerzo.

Se secó las lágrimas y se levantó, había llorado tantas veces ya en su corta vida.

- vamos Pinetree, no los necesitas puedes jugar conmigo – Dipper levantó la cabeza sonriendo levemente, a aquella persona que estaba frente a él.

- ¿Qué quieres jugar Bill? – aquel delante de él era un niño de cabello rubio con un gran suéter amarillo que le quedaba grande con un triángulo negro dibujado en el centro, sus ojos eran dorados y aquella parte que debía ser blanca era de un color azul brillante.

- ¡Juguemos a las escondidas! – sugirió alegre.

Desde hace un tiempo que Bill había aparecido ante él, un día en la que él se había ido a un parque solo para jugar, pero al no haber otros niños se aburrió, o al menos eso fue hasta que conoció a ese pequeño rubio. Quien se metió dentro de la araña junto a él pidiéndole jugar a las escondidas con él, cosa que Dipper aceptó de inmediato, desde entonces Bill sigue apareciendo cada vez que el pequeño se siente solo.

- Bien, pero yo cuento esta vez y nada de trampas Bill – sonrió el pequeño castaño poniéndose junto a la pared para comenzar a contar – uno, dos tres...

Escuchó las pisadas de Bill junto a su risa alejarse de él.

Siguió contando.

- doce... trece... catorce y quince ¡Listo o no allí voy! – gritó para avisar a su amigo.

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