Amor al estilo de Londres

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La alarma suena a las 6:00 am y me despierta enseguida. Frunzo el ceño y me volteo hacía un lado, como si eso fuese a quitarme las responsabilidades del día y permitirme seguir durmiendo. Abro los ojos y giro mi cabeza para mirar el baño y noto que la luz está encendida. Anneliese está llevado a cabo su poco convencional ritual de belleza que se alarga lo suficiente como para poder dormir otra siesta, despertar y seguir esperando por ella.

Luego de unos minutos que hubiesen deseado que fuesen horas, Anneliese abre la puerta del baño. Escucho el crujido de la puerta y abro mis ojos de nuevo. Me sorprende que no se haya tomado una hora como lo hace todos los días. Cada vez que debo ir al baño siento arcadas al oler la mascarilla de pepino que tira a la basura después de usarla. No sé que clase de mascarilla de pepino es pero su olor se me hace nauseabundo.

—¿Sorprendida? —inicio la conversación. No habíamos tenido la oportunidad de encontrarnos cara a cara después del incidente, incluso cuando somos compañeras de cuarto.

—Te quejas continuamente del horario para despertar, así que me sorprende mucho —dice, restándole importancia a mi comentario.

—A veces necesitamos madrugar.

—Ya veo —murmulla—. Aún tienes unas horas para dormir —dice, acercándose a la puerta.

—Espera —subo la voz, su mano aprieta ligeramente la manilla—, tengo que hablar contigo.

Suelta una risa histérica y se vuelve hacía mí, levanta una ceja y coloca sus manos en la cintura.

—¿La señorita insultos quiere hablar conmigo?

—Es una conversación seria —digo y ella parece molesta y no responde—. Ayer viste algo que no debiste ver y ahora sabes más de la cuenta —arrugo la frente—. Además, le dijiste un montón de cosas raras a Zack.

—Ese asunto es privado.

Como ladrillos, las preguntas se apilan en mi mente y mis pensamientos se amontonan unos encima de los otros. Quiero someterla a un interrogatorio para aclarar todas mis dudas, pero sé que esa no es la mejor solución y terminaría alejándola. Me levanto y me siento al borde de la cama, sin quitarle la mirada de encima.

—No lo es, debes decirme que fue todo eso .

—Pregúntale a Zack, no a mí —dice con voz firme.

—¡Te pusiste histérica! —exclamo enojada—. ¿Por qué lo has hecho? ¿Te gusta Zack?

Anneliese suelta una carcajada, como si aquello que hubiese dicho fuera uno de mis mejores chistes. Me siento un poco molesta y empezar el día de esta manera tan temprano me pone de mal humor. Me levanto y me acerco tanto como para poder oler el nauseabundo aroma de la mascarilla que se ha aplicado minutos antes.

—Necesitas cambiar esa mascarilla que te aplicas todas las mañanas, apesta —hago ademan de vomitar.

—¿Te levantas a las 6 de la mañana para insultarme, Jennifer?

—¡Quiero saber que te traes con Zack! —exclamo enojada, perdiendo los estribos.

—Zack, el mismo chico a quien le estabas metiendo la lengua hasta lugares que seguramente ni el mismo había explorado antes.

—Ay no seas tonta, fue un simple beso —abre los ojos como los platos y suspiro resignada—, está bien, fue un beso un poco pasado de tono pero no te salgas del tema —hago una pausa y lo intento de nuevo— ¡quiero saber que te traes con Zack!

—Es asunto de hermanos, no debes meterte.

—¿Hermanos? —pregunto, como si fuese la primera vez que escucho esa palabra.

RecuérdameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora