En La Trampa

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Langdon estaba por terminar su tarea, debía ser rápido si quería llegar antes de que las brujas se fueran.

 
- ¡Hey tu! ¿A dónde demonios vamos?- Preguntó su acompañante.

- Por tu amiga.- Contestó sin voltear a ver a la chica.

- ¿Amiga? ¿De quién hablas?-

- Madison Montgomery.-

- ¡Esa perra está muerta!- Expresó con ironía. - ¿Por qué iremos por ella? ¿Para que la quieres aquí?-

- Quieres solo... Guardar silencio por un minuto.- Michael detuvo su andar, comenzaba a desesperarse. Al ver que la chica no dijo otra palabra sonrió y tomó su mano. - Gracias.-

 
Chasqueó sus dedos y de repente los dos se encontraban en un supermercado.
 
 
- Por aquí.- Indicó que lo siguiera, pasaron por algunos pasillos y se detuvo abruptamente. - Espera aquí un momento.-

 
Queenie obedeció a regañadientes, Michael se acercó a la chica rubia que recogía las toallas tiradas en el piso mientras maldecía en voz baja.

- Hola Madison.- Saludo a la chica de uniforme.

- No encajas aquí, tu no eres como los otros.- Hizo la observación del intruso.

- ¿Te das cuenta?- La observación sorprendió un poco a Michael.
- Interesante, creí que la mayoría de las almas no son consientes de su propio infierno. La confusión solo aumenta su sufrimiento.-

- Bueno, siempre tuve la maldición de tener razón y saber más que los otros. Así que saber que estoy en el infierno es irónico... ¿Quién eres?-

- El hombre que te sacará de aquí.-

- Si, claro.- La rubia soltó una risa corta u se dispuso a continuar con su labor, pero Michael la detuvo. - ¿Cuál es la trampa?, ¿Tengo que chupartelo o algo así?-

 
La actitud inmadura de Madison le divertía, sin duda era una chica "peculiar" o simplemente era una perra, como así lo había dicho Queenie.

 
- No.- Contestó a secas.

- ¿Huh? Bueno... Cuando salgamos de aquí igual ¿Puedo hacerlo?- Sonrió coqueta. - Eres un pastelito y desde hace mucho que no tengo algo apetitoso... O cualquier cosa realmente.-

- ¡Diablos! Eres una puta incluso en el más allá.- Queenie llegó al lugar.

 
Madison dejó caer la toalla en sus manos y corrió a abrazar a su antigua compañera.
 

- Quítate perra.- Queenie se quejó por el abrazo.

- ¿En serio eres tú?- Preguntó incrédula. - ¿Cómo llegaste aquí?, ¿Qué es todo esto?-

- Bueno, yo estaba muerta y atrapada en una especie de hotel embrujado. Luego vino este tipo y me liberó. Y ahora me trajo aquí para liberarte a ti.- Explico rápidamente.

- ¿Por qué?-

- La verdad, no sé. Trate de convencerlo de que no lo hiciera. Le dije que eras una perra y que estabas donde mereces.-

- Hay trabajo que hacer.- Michael interrumpió la grata conversación de las chicas. - Las necesito a las dos.-

- ¿Por nuestros poderes?-

- No.- El rubio rió por esa absurda idea. - Para demostrar algo.-

- Llévame, por favor. Haré lo que quieras, prometo portarme bien si tengo otra oportunidad.- Suplicó Madison.

- ¿Por qué querrías hacer una tontería como esa?- Preguntó divertido.

 
Tomó las manos de las chicas y salieron del infierno, regresaron a la academia Hawtrone.

- Tal vez quieran cambiar sus atuendos para una ocasión especial como está.- Dijo el rubio, cambiando su uniforme por un traje negro y una capa de fondo rojo con broches plateados.

- ¿Qué ocasión especial?- Preguntó Queenie.

- El reencuentro con la Suprema.-

- De acuerdo.- Ambas chicas usaron sus poderes para cambiar su ropa por vestidos negros.

 
Michael llegó justo a tiempo, pues la Suprema y el congreso de brujas iban saliendo de la institución. Triunfante camino con las dos brujas a su lado y vio como Cordelia se desmayaba de la sorpresa al ver a sus aprendices de nuevo.

Queenie y Madison corrieron a ayudar a su Suprema, Michael solo se limitó a observar como cargaban a la mujer rubia y los hechiceros llegaron al lugar, dedicándole una mirada de asombro al chico.

♦♦♦

 
Después de varios minutos Cordelia despertó de su seño premonitorio, seguía sin poder creer que sus niñas estuvieran frente a ella. No perdió tiempo y abrazó a las recién llegadas.

Sin duda Michael la había sorprendido.

Mientras tanto Langdon se encontraba hablando conos hechiceros.

 
- Esto es increíble, nos has sorprendido a todos Michael.- Dijo Ariel con una gran sonrisa.

- ¿Cómo las encontraste?- Preguntó Behold.

- Rompí la cadena que ataba a Queenie al hotel Cortez. A Madison la saqué de su infierno.-

- ¿Descendiste al infierno?- Henry observó con atención al rubio.
- Cumpliste que una de las Siete Maravillas.-

- Y superará las otras Seis.- Añadió Baldwin.

- Pero es imposible entrar al infierno de alguien.- Explico Henry.

- Imposible para nosotros tal vez... Pero no para el Alfa.- Dijo orgulloso Ariel palmeando la espalda del rubio.

 
Unos pasos se escucharon por el pasillo, eran las brujas, Cordelia había despertado al fin y los hechiceros salieron de la habitación en la que estaban.

 
- ¿Está bien? Nos preocupamos.- El primero en hablar fue Ariel.

- Puede que haya sido el repentino imparto de la luz al abandonar está mazmorra.- Excusó Myrtle.

- No estaba preparada para eso. Para ver a mis chicas, pero ahora estoy bien. Eso es lo que importa.- Cordelia posó su mirada en el chico. - Quiero agradecerte que las hayas resucitado.-

- Quería llamar tú atención.- Explicó el ojiazul.

- Supongo que ahora la tienes.- Dijo Behold.

- Efectivamente. Y ahora me gustaría captar la atención de los demás.- Habló seriamente. - He presenciado algo. Una visión, creo que he visto el futuro, un futuro aterrador. Un cataclismo. Fuego y muerte, he visto a un hombre, pero no jefa un hombre, un rostro blanco, demoníaco y se reía.-

Las palabras de la Suprema sorprendieron a todos los presentes en la sala.

- Hermana.- Cordelia se dirigió a Myrtle. - He visto nuestra academia reducida a cenizas.-

- Una advertencia.- Dijo Henry.

- Tal vez, pero hay algo dentro de mí que me dice que la única esperanza que tenemos de sobrevivir depende de lo que haga a continuación.- Cordelia camino hacia Michael.- En dos semanas, cuando la luna de sangre ascienda harás la prueba de las Siete Maravillas. Si es que aún quieres hacerla.-

Michel dio unos cuantos pasos hacia el frente.

- Lo haré.- Accedió.

- ¡Cordelia! Esto no ha terminado.- Interfirió Mirtly.

- Es mi desición y nada en el mundo me hará cambiar de opinión.- Regreso su atención a Langdon. - Ningún varón lo ha intentado jamás. Si tienes éxito, serás el próximo Supremo y eso lo cambiará todo.-

El Diablo En Mi •Michael Langdon X (Tn)•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora